Martes Ordinario 30ª Semana 4ª de Salterio

San Simón y san Judas

Primera lectura: Ef 2,19-22;

Así pues, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros entráis con ellos en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.


Salmo: Sal 18,2-5b;

R/. A toda la tierra alcanza su pregón

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R/.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R/.


Evangelio: Lc 6,12-19.

En aquellos días, Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Simón, llamado el Zelote; Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Después de bajar con ellos, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos. 


Reflexión:

Simón, el Cananeo, y Judas Tadeo forman parte del grupo de los escogidos por Jesús para configurar el  primer grupo de compañeros para estar con él y para enviarlos a predicar. Los datos evangélicos sobre estos discípulos / apóstoles son muy escasos. Sólo de Judas, “no el Iscariote”, transmite el IV Evangelio una intervención preguntando al Señor: “¿Por qué manifestarte solo a nosotros y no al mundo?” (Jn 14,22). Esta falta de información, este silencio evangélico evita distraerse en anécdotas para centrarse en el hecho fundamental: con estas “piedras”, sin biografía ni hagiografía, pero con vida, se construyó la Iglesia y se anunció el Evangelio. ¡Cuántas “llamadas” anónimas, respondidas desde el silencio, son como la argamasa imprescindible para cohesionar y dar solidez a la casa de la Iglesia! Aprendamos a ser apóstoles  desde el apostolado del “silencio evangélico”.


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