Jesús Ruiz, organista titular de la Basílica de Jesús de Medinaceli, nos comparte su fascinante trayectoria personal y profesional. Desde sus humildes inicios en Valdepeñas hasta liderar la restauración del órgano de la Basílica, su historia es un testimonio de pasión y dedicación. Este emotivo relato nos invita a descubrir el mundo del órgano y cómo la música se convierte en un maravilloso instrumento evangelizador.
Jesús, hemos disfrutado del concierto inaugural del Gran Órgano Sinfónico recién restaurado. En este contexto lleno de emoción y expectativas, nos gustaría que compartieras con nuestros lectores cómo comenzó tu pasión por la música y el órgano.
Desde muy pequeño. Podría decir que mi pasión por el órgano nació casi al mismo tiempo que mi fascinación por la música. Aunque comencé estudiando piano, mi corazón siempre estuvo ligado al órgano. Era algo instintivo, una conexión que no podía explicar. Mis padres, viendo mi interés, me apoyaron adquiriendo discos y libros de órgano, a pesar de que eran muy caros en aquella época. Recuerdo claramente cómo cada vez que tenía la oportunidad, prefería estudiar sobre el órgano antes que cualquier otra cosa.
Mi madre tuvo un papel fundamental. Luchó con gran determinación para que pudiera practicar, enfrentándose incluso a las negativas de algunos que no querían permitir que un joven usara el órgano de la iglesia en Valdepeñas. Sin embargo, su perseverancia y apoyo me permitieron acceder al instrumento, aunque fuera por cortos periodos de tiempo. Esos momentos, aunque breves, eran suficientes para alimentar mi pasión y fortalecer mi determinación.
Recuerdo también a mi primer profesor de piano, quien jugó un papel clave en motivarme. Me prometió regalarme la partitura de la "Toccata y Fuga en Re menor" de Bach si lograba tocar bien en una audición. Esa promesa me impulsó a esforzarme y cuando finalmente cumplí, recibir esa partitura fue como un tesoro para mí. Era un sueño hecho realidad, aunque en ese momento solo era una copia. Desde entonces, el órgano ha sido mucho más que un instrumento. Es un medio para expresarme, para conectarme con algo más grande que yo mismo. Siempre he sentido que el órgano tiene un alma, y mi misión es darle voz.
Seguro que recuerdas esa primera vez en que te sentaste para dar voz a un órgano. ¿Cuándo fue? ¿Cómo?
Sí, claro que lo rercuerdo. Fue en Torre de Juan Abad, en un órgano histórico de 1763. Tenía 16 o 17 años y recuerdo la emoción de tocar una coral de Bach. El sonido me atrapó y supe que ese sería mi camino. Sin duda ese día marcó el inicio de una lucha constante por seguir adelante como organista.
Y desde esos lejanos, pero presentes días, pasamos al 2011 cuando te incorporascomo organista titular en la Basílica de Jesús. Me intesresa especialmente ¿Cómo comenzó el proyecto de restauración del órgano?
Practicamente desde que llegué, tuve claro que el órgano necesitaba una restauración profunda. En 2019, el Hno. Carlos decidió impulsar el proyecto y me dio libertad para organizarlo. Formamos una comisión con expertos de toda España y elegimos el mejor proyecto tras un proceso de reflexión. Ha sido un trabajo largo y complejo, pero muy gratificante y lleno de aprendizaje.
La inauguración del órgano restaurado ha sido un momento histórico. ¿Cómo lo has vidido?
Fue indescriptible. Recuerdo especialmente cuando el provincial inciensó la consola, un acto lleno de simbolismo. Al estar rodeado por el humo del incienso, sentí como si me uniera a la ofrenda hacia Jesús. Esa sensación de comunión con algo superior fue profundamente espiritual. Además, ver la Basílica llena de gente fue impactante. El damero del suelo se perdió bajo una "alfombra humana" que aplaudía emocionada. También hubo momentos memorables durante el concierto inaugural. Mientras tocaba, sentía una mezcla de responsabilidad y gratitud. El acto no solo marcó un hito para la Basílica, sino también para mí, como una oportunidad de devolver todo lo que he recibido a través de la música.
Otro instante que no olvidaré fue cuando el humo del incienso subió hacia la vidriera donde está la imagen de Jesús. Fue un instante lleno de significado, una especie de conexión que me hizo sentir parte de algo mucho más grande.
Y, para ese escenario mágico ¿Por qué decidiste ese repertorio?
Cada pieza del repertorio fue seleccionada cuidadosamente por su significado simbólico y emocional. Comencé con el "Carrillón de Westminster", que representa el tiempo y marcaba la "hora del órgano". Quería que el público sintiera que este era un momento histórico, como si el órgano mismo estuviera anunciando su renacer. Además, incluí música española, como la "Impresión Teresiana", que fue un homenaje a Santa Teresa, una figura que me inspira profundamente. La "Passacaglia" de Bach tuvo un propósito muy específico: recordar la muerte del órgano y su posterior resurrección. Es una obra dramática que simboliza tanto el dolor como la esperanza. Cerré con "El Final" de Guridi, una pieza dedicada al padre Esteban, un mentor espiritual y musical, que representa el cierre de un ciclo y el inicio de un comienzo nuevo.
Para materializar ese "nuevo comienzo" y sufragar la inversión que supone la restauración del Gran Órgano Sinfónico, se ha lanzado una campaña para apadrinar tubos. ¿Qué opinión te merece esta campaña?
Apadrinar un tubo es mucho más que una cuestión económica; es una manera de conectar profundamente con este instrumento que es único. Cada tubo representa una pequeña parte del alma del órgano y, al apadrinarlo, uno se convierte en parte de esa magia. El órgano no es solo mío ni de la Basílica; es de todos. Es un medio para unir a los fieles, para que cada persona sienta que forma parte de algo mucho mayor y al sonar sus melodías todos sintamos el encuentro fraterno gracias a la música.
Además, esta iniciativa no mira lo material. Es un acto de amor y compromiso con la cultura y la espiritualidad. Cada vez que el órgano suene, los benefactores podrán sentir que su aporte está vivo en cada nota. El apadrinamiento también simboliza esperanza, porque asegura que este instrumento seguirá inspirando a futuras generaciones.
Jesús, tras todo este esfuerzo me viene a la cabeza una pregunta ¿Qué esperas para el futuro del órgano?
Espero que el órgano se convierta en un catalizador de cultura y espiritualidad, un punto de encuentro para la comunidad y un medio para que más personas se acerquen a la música sacra. Quiero que siga siendo un testimonio vivo de la fe, un faro que ilumine a quienes lo escuchan y una herramienta educativa para las nuevas generaciones. Aspiro a que su presencia inspire nuevas vocaciones musicales y que las actividades que se desarrollen en torno a él incluyan conciertos, talleres y clases magistrales, permitiendo que tanto niños como adultos descubran su magia.
También me encantaría que más benefactores se sumen al apadrinamiento de tubos, porque cada gesto de apoyo es vital para mantener viva la música que este órgano nos regala. Su legado no es solo nuestro presente, sino también nuestro futuro.
En el día a día, espero que continúe acompañando las celebraciones litúrgicas y los momentos más solemnes de la Basílica, ofreciendo su grandioso sonido como una ofrenda a Dios y como un regalo para quienes lo escuchan. Me imagino, por ejemplo, el majestuoso primer viernes de marzo, cuando su vibrante sonido envuelva cada rincón de la Basílica, elevando las plegarias de todos los presentes. Ese tipo de instantes son los que convierten al órgano en algo más que un instrumento: un puente entre lo humano y lo divino. Mi sueño es que se convierta en un referente musical, no solo en España, sino en el mundo entero.
Gracias Jesús.
El Gran Órgano Sinfónico de la Basílica de Jesús de Medinaceli es más que un instrumento, es el corazón que late al ritmo de la fe y la cultura. Gracias al esfuerzo de Jesús Ruiz, de la comisión creada para este proyecto, de la orden de los hermanos menores capuchinos y de los benefactores, su música toca las almas de quienes lo escuchan. Es un legado vivo que nos recuerda que la música, como la fe, tiene el poder de unirnos, y de transformar nuestra realidad. Este órgano suena hoy para nosotros; es la voz del pasado y la esperanza del futuro. Que cada nota sea una plegaria, y que cada plegaria sea un puente hacia lo divino. En Jesús de Medinaceli, la música y la fe se entrelazan para crear algo eterno.
En este código QR te informamos sobre todos los detalles y puedes realizar tu apadrinamiento de forma cómoda, rápida y muy sencilla. Además, el donativo por apadrinamiento desgrava hasta un 80%, es decir, si donas 200 euros, hacienda te devuelve 160 euros. Apadrinar un tubo solo te cuesta 40 euros.
Luis López
Coordinador Capuchinos Editorial