Pablo Márquez Caraballo

Pablo Márquez Caraballo

Organista de la Catedral de Valencia y catedrático de clavecín del Conservatorio Superior de Música de Castellón. Además, es miembro de la comisión que ha servido para la restauración y reconstrucción del órgano de la Basílica de Jesús de Medinaceli.

Hace justo un año, el organista Pablo Márquez Caraballo ofrecía el primer concierto en el renovado órgano de la Basílica de Jesús de Medinaceli. Horas antes del recital, nos concedía esta entrevista, que hoy recuperamos para revivir el origen de aquel ciclo musical que marcó un antes y un después. Desde su pasión por la música hasta los detalles técnicos del instrumento restaurado, esta conversación es también una invitación a seguir apoyando el apadrinamiento de tubos para que Jesús reciba la música que merece.

I. Un músico marcado por un cassette

—Pablo, ¿cómo empieza tu historia con la música?

Mi historia empieza de una manera bastante doméstica. En mi familia no había músicos, pero sí mucha música. Mi hermano mayor estudiaba piano y yo, como el pequeño, me pasaba el día escuchándole. Además, en casa siempre hubo una gran afición: los fines de semana nos despertaban con música clásica. 

En una de esas, cayó en mis manos un cassette —sí, todavía era la época de los cassettes— con una grabación de órgano. En la carátula aparecía un instrumento imponente, fotografiado en Austria. Aquello me atrapó.

— ¿Qué te atrajo tanto de ese sonido?

La potencia, la atmósfera, la acústica. Aunque solo era una grabación, me hacía viajar. Recuerdo que le dije a mi padre: “Si para tocar esto tengo que hacerme monje, me meto a un convento”. Pero no fue necesario.  Sí que me obsesioné con saber si podía estudiarse en el conservatorio, si era una carrera real. Lo era. Y aquí estoy.

II. Primeras notas y primeras batallas

— ¿Recuerdas tu primer concierto como organista?
Lo recuerdo con absoluta nitidez. Fue en la Catedral de Valencia, con quince años. Lo especial —o dramático— es que estaba recién salido de un ingreso hospitalario. Tenía cáncer. Había pasado un mes en el hospital, con tratamientos y todo lo que conlleva. Pero mi ilusión era tocar. Así que salí del hospital, casi sin fuerzas, y me puse a preparar el concierto. Lo di en un órgano que entonces estaba muy deteriorado. Y fue mágico. Estaba mi abuelo, fue la única vez que me escuchó en directo. Poco después, ese órgano se restauró. Y mira, ahora me toca vivir algo parecido aquí, en Madrid.

— ¿Qué te mantiene fiel al órgano después de tantos años?
Cada órgano es un mundo. No hay dos iguales. Tienes que dialogar con él, conocerlo, adaptarte. Además, tocar el órgano es también tocar el espacio en el que está. Es un instrumento que no se entiende sin el templo que lo acoge. Aquí en Medinaceli, eso se percibe con intensidad. La acústica, la altura, la espiritualidad del lugar… todo contribuye a una experiencia única.
III. El concierto inaugural: Navidad y espiritualidad sonora

— El programa que preparaste para Medinaceli se titulaba “Puer natus est”. ¿Cómo lo concebiste?
Pensé el programa especialmente para este órgano y para el tiempo litúrgico de Navidad. No me sentiría cómodo tocando piezas “de verano” en un 28 de diciembre. Así que seleccioné obras que expresaran, desde la música, el misterio de la Encarnación y el clima espiritual de estas fechas. La primera fue un preludio sobre el coral Puer natus est nobis, con una escala descendente que representa teológicamente la bajada del Verbo. Le siguió una pieza de Brahms, muy melancólica, que refleja la dulzura y gravedad del nacimiento de Cristo.

— ¿Y cómo encajaban obras como Franck o Dupré en esa selección?
Franck tiene una capacidad impresionante para combinar sombra y luz. Elegí su Fantasía para crear ese contraste. Luego interpreté una obra de Anglès que está estructurada como un belén: un movimiento representa el establo, otro los ángeles, otro los pastores, otro a la Sagrada Familia… es muy visual y pedagógica. Y cerré con Dupré, que fue el broche brillante: un villancico con diez variaciones que culminan en una tocata virtuosa. 

Tuve poco tiempo para prepararlo, pero el órgano se lo merecía.

— ¿Qué sentiste al tocar este órgano restaurado por primera vez en concierto?
Una mezcla de asombro y gratitud. Es un instrumento extraordinario, con una respuesta táctil muy refinada, una consola bien diseñada, teclas de hueso, detalles cuidados al máximo… Es como pasar de conducir un utilitario a un Ferrari. Te das cuenta de que cada matiz, cada registro, cada timbre ha sido pensado. 
Tocar aquí no es solo ejecutar música: es rezar con las manos.

IV. Un instrumento con alma

— Como miembro de la comisión que acompañó la restauración, ¿qué destacarías del proceso?
El respeto por la historia del instrumento y la apuesta por su proyección futura. Se han recuperado elementos esenciales, pero también se ha actualizado con tecnologías que permiten un uso versátil y moderno. No se ha restaurado para el pasado, sino para el presente y el futuro. Y eso se agradece mucho como intérprete. Se nota que no es un mueble bonito, sino una criatura viva.

— ¿Qué consejo darías a quienes se acercan al órgano por primera vez?
Que escuchen con el corazón abierto. Que no se queden solo en la espectacularidad. Que entren al templo, se sienten, respiren… y dejen que el órgano les hable. Porque no es solo un instrumento musical: es un transmisor de fe, de belleza, de esperanza.

UNA LLAMADA AL CORAZÓN

Un órgano como este no debe ser solo contemplado, sino vivido. Y eso requiere compromiso de todos: que se use, que suene, que inspire. El apadrinamiento de tubos es una forma de participar en esa vida. Es mucho más que un donativo: es dejar una huella, afinar una nota del alma, hacer que este sonido perdure.”
—Pablo Márquez Caraballo

¿APADRINAS UN TUBO?

Gracias a personas como tú, el sonido de Jesús de Medinaceli seguirá elevando el alma de quien entra en su Basílica. Cada tubo apadrinado es una nota que contribuye a esta sinfonía espiritual.

Aquí te ofrecemos toda la información sobre el apadrinamiento de tubos de la Basílica de Jesús de Medinaceli.  (Click aquí)
 

Luis López, Coordinador de Capuchinos Editorial

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