Domingo Ordinario 31ª Semana de Solmenidad

Todos los Fieles Difuntos.

Primera lectura: Lam 3, 17-26;

He perdido la paz, me he olvidado de la dicha; me dije: «Ha sucumbido mi esplendor y mi esperanza en el Señor». (Zain) Recordar mi aflicción y mi vida errante es ajenjo y veneno; no dejo de pensar en ello, estoy desolado; hay algo que traigo a la memoria, por eso esperaré: (Jet) Que no se agota la bondad del Señor, no se acaba su misericordia; se renuevan cada mañana, ¡qué grande es tu fidelidad!; me digo: «¡Mi lote es el Señor, por eso esperaré en él!». (Tet) El Señor es bueno para quien espera en él, para quien lo busca; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.


Salmo: Sal 129, 1b-2. 3-4. 5-6. 7. 8;

R/. Desde lo hondo a Ti grito, Señor

Desde lo hondo a Ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. R/.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de Ti procede el perdón, y así infundes respeto. R/.

Mi alma espera en el Señor, espera en su Palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora. R/.

Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora; porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa. R/.

Y Él redimirá a Israel de todos sus delitos. R/.


Segunda lectura: Rom 6,3-9;

¿Es que no sabéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Pues si hemos sido incorporados a él en una muerte como la suya, lo seremos también en una resurrección como la suya; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que fuera destruido el cuerpo de pecado, y, de este modo, nosotros dejáramos de servir al pecado; porque quien muere ha quedado libre del pecado. Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. 


Evangelio: Jn 14,1-6

No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. 2En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. 3Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. 4Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». 5Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». 6Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.


Reflexión:

Los textos bíblicos de esta Conmemoración invitan a contemplar la muerte, susceptible de múltiples lecturas, a la luz que aporta la palabra de Dios, para no vivirla como los que no tienen esperanza (I Tes 4,13). El Libro de las Lamentaciones, nos recuerda que “la misericordia y la bondad del Señor se renuevan cada mañana” y que “es bueno esperar en el silencio la salvación del Señor” (3,17-26). San Pablo nos advierte que la muerte del bautizado en Cristo es una “vinculación” con el misterio de su muerte y resurrección, o “¿no lo sabéis?” (Rom 6,3-9). Jesús en el Evangelio (Jn 14,1-6) invita a no turbarnos y a creer en Dios y en él, porque en la casa del Padre, que es la nuestra, hay muchas moradas y él ha ido a prepararnos un lugar. La resurrección de Cristo lo ha cambiado todo, también el sentido de la muerte.


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