Sábado 2ª Semana Ordinario 3ª de Santerio
Santa Prisca, Santa Beatriz
Primera lectura: Heb 4 12-16;
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón. Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas. Así pues, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado. Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.
Salmo: Sal 18,8-10. 15;
La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye a los ignorantes. R/.
Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. R/.
El temor del Señor es puro y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. R/.
Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu Presencia el meditar de mi corazón, Señor, Roca mía, Redentor mío. R/.
Evangelio: Mc 2,13-17.
Salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él y les enseñaba. Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice: «Sígueme». Se levantó y lo siguió. Sucedió que, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran ya muchos los que lo seguían. Los escribas de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos: «¿Por qué come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y les dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores».
Reflexión:
Jesús nunca pasa de largo: Hoy se nos cuenta la llamada a Leví, cobrador de impuestos, que la acepta con presteza y alegría; deja su “barca”, el mostrador, y le sigue, celebrando una fiesta, la de su “vocación”. Jesús le ha abierto una senda, que él intuye apasionante. Y el Maestro acepta la invitación del recaudador. No rehúye las “malas compañías”; prefiere ser un buen compañero. No ha venido para “conservar” la herencia, sino para agrandarla. Dios y Jesús eligen en caladeros insospechados. Compartiendo la mesa con los publicanos y pecadores, Jesús se muestra como un comensal humanizador y salvador. Y eso escandalizaba a los “ortodoxos”. Leví lo tenía todo en contra, pero Jesús se acercó a su vida, le invitó, y él respondió afirmativamente.