Viernes 1ª Semana Ordinario 3ª de Salterio

San Antonio Abad

Primera lectura: Heb 4,1-5.11;

Hermanos: En nuestro pasaje añade: No entrarán en mi descanso. Puesto que, según esto, quedan algunos por entrar en él, y los primeros que recibieron la buena noticia no entraron por su rebeldía, Dios señala otro día, hoy, al decir mucho tiempo después, por boca de David, lo antes citado: Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones. Si Josué les hubiera dado el descanso, Dios no habría hablado luego de otro día; por consiguiente, todavía queda un tiempo de descanso para el pueblo de Dios, pues el que entra en su descanso, también él descansa de sus tareas, como Dios de la suyas. Empeñémonos, por tanto, en entrar en aquel descanso, para que nadie caiga, imitando aquella desobediencia.


Salmo: Sal 77,3. 4bc. 6c. 8;

R/. No olvidéis las acciones de Dios.  Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron lo contaremos a la futura generación: las alabanzas del Señor, su poder. R/.

Que surjan y lo cuenten a sus hijos, para que pongan en Dios su confianza y no olviden las acciones de Dios, sino que guarden sus mandamientos. R/.

Para que no imiten a sus padres, generación rebelde y pertinaz; generación de corazón inconstante, de espíritu infiel a Dios. R/.


Evangelio: Mc 2,1-12.

Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra. Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: «¿Por qué habla este así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo uno, Dios?». Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate, coge la camilla y echa a andar ”?  Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —dice al paralítico—: “Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”». Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto una cosa igual». 


Reflexión:

El acercamiento a Jesús siempre es salvador, solo pide “buena” fe. “Basta que tengas fe” (Mc 5,36); “Todo es posible para el que cree” (Mc 9,23; Mc 5,34). Le impresionó la fe del centurión (Lc 7,9), la de la mujer cananea (Mt 15,28), la de estos “camilleros” misericordiosos. Antes de actuar pregunta por su fe a los dos ciegos (Mt 9,28), a Marta (Jn 11,26), y se extraña de la “poca” fe de Pedro (Mt Mt, 14,31) y de sus discípulos (Mt 17,20), y de la “mala” fe de los escribas y fariseos. ¿Qué es “buena” fe? ¡La de los camilleros! Una fe que se hace pies y manos para servir. Ser “camilleros” creyentes es la propuesta. La figura de Jesús en este relato es poderosa: perdona, cura, conoce los pensamientos… “¡No hemos visto cosa igual!”.  


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