"Caminos de la tarde": la mística del ocaso en Fray Gonzalo de Córdoba

Caminos de la tarde (1959) es la obra de madurez poética de Fray Gonzalo de Córdoba, fraile capuchino, teólogo y académico.


Culminó aquí una vida de docencia y contemplación con una lírica atravesada por la luz última del día: el atardecer como símbolo de plenitud, desnudez espiritual y rendición amorosa.Estos versos son el testamento lírico de un alma que ha caminado la aurora de la vocación, el mediodía de la erudición y que, ya en la hora vespertina, canta la dulzura ardiente de una fe depurada de artificios. En sus páginas resuena, como diría él mismo, la “fragancia de infinito que enciende los caminos de la tarde

Una poética en clave crepuscular

Fray Gonzalo no escribe desde el albor de la vocación ni desde la febril efervescencia de la juventud mística, sino desde el tamiz del tiempo. Como escribió José Antonio Ochaita en el prólogo, es un “caminante de atardeceres”, heredero de los pasos andaluces de San Juan de Ávila y San Juan de la Cruz: “el fraile caminador y adelgazador de su ego, para hacer con él volatizadas armonías dulciamargas” 

Los poemas no buscan impresionar: más bien despojar, decantar, apagar el grito para que resuene el susurro. Y en ese tránsito, la luz es clave: no es una lírica solar, sino ámbar, purpúrea, última. Como dice el propio autor:

“Fragancia de infinito 
enciende los caminos de la tarde
...”

 

El ritmo espiritual de la interioridad

En Caminos de la tarde se percibe el eco de los salmos, el silencio del breviario, la costumbre del coro y la oración. Es un libro que no se apresura: cada verso es como una gota de incienso que asciende y permanece. Fray Gonzalo, desde su celda o su jardín franciscano, deja que los días ardan y se consuman:

“La salmodia
ondula, blanda, en espiral de incienso.
Extática, la hora no resbala.
La tarde se remansa en el salterio.”


Y cuando llega el deseo de la noche, no se oculta el anhelo de descanso eterno. El corazón, inquieto, se afina para el último acorde:

“¡Qué titubeo angustioso
mientras mis cuerdas se afinan
para el acorde perfecto
de mi eternidad de vida!”

 

El dolor, el deseo y la desnudez

Pocas veces la poesía mística se expresa con una sensualidad tan serena. No hay éxtasis ni lamentos estridentes: hay heridas que arden lentamente, ansias que apenas se insinúan, amores que no necesitan consumarse para arder:

“Presencia de Dios... si punzas,
abre de una vez la llaga...
¡Y añádase tu figura
a tu presencia en mis ansias!”

El autor pide ser herido por Dios como único camino hacia la plenitud, y reconoce que su propio deseo es incompleto si no hay una Presencia que lo abrace y lo justifique. No quiere una fe de conceptos, sino de roce:

“¡Con sólo desearte, has encendido
en ascua de oración mi pensamiento...!”

 

Una teología hecha carne poética

Fray Gonzalo no cita tratados, pero quien conozca la tradición capuchina percibirá cómo aquí la teología se ha vuelto carne, verso, experiencia. La ciencia patrística, litúrgica y canónica —que el autor dominaba— se ha fundido con la dulzura de un canto final:

“Tu latir con el mío confundido,
entre mis manos temblorosas siento.
¡Blando peso en el alma el de tu aliento!”

La experiencia eucarística se convierte en imagen fundacional: pan, vino, aliento, latido. Nada de argumentación racional. El poema es la forma suprema de conocimiento en la tarde de la vida.

 

El legado de los capuchinos en la poesía española

La Biblioteca Digital de los Capuchinos, con esta edición, no solo rescata una obra de gran valor literario y espiritual, sino que revela un rostro poco explorado de la tradición capuchina: su dimensión estética, simbólica y contemplativa.

Fray Gonzalo no solo fue teólogo, docente y escritor de vidas de santos; fue también un poeta. Y Caminos de la tarde representa esa confluencia entre el saber y el sabor, entre el logos y el pathos, entre la cátedra y la celda.

En este enlace puedes leer esta obra poética de Fray Gonzalo de Córdoba.  Click aquí

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