La esperanza no defrauda
"En este Año Jubilar, el perdón se convierte en camino de esperanza… y el Perdón de Asís nos recuerda que todos estamos llamados a vivirlo"
Un año Jubilar o Año Santo es siempre un acontecimiento religioso importante. Es un año de perdón, reconciliación y conversión. A lo largo de la historia se ha ido cambiando la frecuencia con la que se celebran estos años. Al principio, los “jubileos ordinarios” se celebraban cada 100 años. Más tarde, en 1343, comenzaron a celebrarse cada 50 años, y en 1470 el papa Pablo II lo hizo cada 25 años. Hay también “Jubileos Extraordinarios", como el que celebramos en 2015, en el Año de la Misericordia.
En mayo del año pasado el papa Francisco anunció el Año Jubilar 2025 con la Bula Papal Spes Non Confundit (La Esperanza no defrauda), inspirada en la cita bíblica de la Carta a los Romanos, 5,5. En el libro escrito con el mismo título y que el papa nos ofreció para vivir este jubileo, define la esperanza como la certeza de que saldremos adelante. Es esperar algo que ya es dado, no que queremos que se dé. La esperanza no nos defrauda y nos pide muy poco a cambio. Nos pide que estemos abiertos hacia el camino que con ella transitamos. Nos dice también que hay dos palabras ligadas a la esperanza: la felicidad y el perdón. La felicidad está unida a la coherencia en la vida. Las incoherencias, las trampas a la vida, el querer acelerar los tiempos, no llevan a la felicidad. Esta no se posee, sino que se vive. El perdón es un desafío diario que todos tenemos. Todos tenemos nuestra experiencia. Todos sabemos qué cosas de nuestras vidas tienen que ser perdonadas. Todos sabemos que, si uno no se siente perdonado, es difícil perdonar. Por eso la experiencia de ser perdonado ayuda a perdonar. Y en este sentido, no hay derecho a no perdonar.
Si me detengo en este tema del perdón es porque el papa Francisco nos decía a los Capuchinos que tenemos que seguir siendo hombres de perdón, no sólo en el confesonario a través del sacramento de la reconciliación, sino en distintos ámbitos de la vida. Si recuerdo esto en este número de la revista en tiempo de verano, es porque un año más, la familia franciscana, el día dos de agosto, día de Santa María de los Ángeles, celebraremos el llamado Perdón de Asís o la Indulgencia de la Porciúncula.
Dicen las fuentes franciscanas que estando Francisco rezando una noche en la pequeña iglesia de la Porciúncula, una luz brillante inundó el lugar y vio sobre el altar a Cristo revestido de luz y a su derecha a su Madre rodeada de Ángeles. Le preguntaron qué quería para la salvación de las almas y él respondió: "Ruego que todos aquellos que, arrepentidos y confesados, vengan a visitar esta iglesia, obtengan un amplio y generoso perdón, con una completa remisión de todos los pecados". El Señor se lo concedió y Francisco acudió al Papa Honorio III para obtener la indulgencia y el 2 de agosto de 1216, promulgó el Gran Perdón.
Al celebrar en este Año Jubilar el Perdón de Asís, nos recordamos que a todos nos toca vivir y traducir la esperanza en la vida concreta de cada día, en las relaciones humanas, en el vínculo con nuestro mundo y en el compromiso social y político.
Hno. Benjamín Echeverría, OFMCap