Jueves 34º Semana Ordinario 2º de salterio
Santa María Elena Stollenwerk, San Jaime.
Primera lectura: Apocalipsis 18, 1-2.21-23; 19,1-3.9a
Cayó la gran Babilonia.
Salmo: 99, 2. 3. 4. 5
R/. Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero.
Evangelio: Lucas 21, 20-28
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—Cuando vean a Jerusalén cercada de ejércitos, sepan que el momento de su destrucción ya está cercano.
Entonces, los que estén en Judea huyan a las montañas, los que estén dentro de Jerusalén salgan de ella y los que estén en el campo no entren en la ciudad. Porque aquellos serán días de venganza, en los que se ha de cumplir todo lo que dice la Escritura.
¡Ay de las mujeres embarazadas y de las que en esos días estén criando!
Porque habrá entonces una angustia terrible en esta tierra, y el castigo de Dios vendrá sobre este pueblo. A unos los pasarán a cuchillo y a otros los llevarán cautivos a todas las naciones. Y Jerusalén será pisoteada por los paganos hasta que llegue el tiempo designado para estos.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas. Las naciones de la tierra serán presa de confusión y terror a causa del bramido del mar y el ímpetu de su oleaje. Los habitantes de todo el mundo desfallecerán de miedo y ansiedad por todo lo que se les viene encima, pues hasta las fuerzas celestes se estremecerán.
Entonces se verá llegar al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando todo esto comience a suceder, cobren aliento y levanten la cabeza, porque la liberación ya está cerca.
Reflexión:
Textos como este resulta difícil de comprender, porque nuestra pre comprensión de la vida dista mucho de la de los primeros cristia nos, muy sensibilizados ante la venida del “Día del Señor” como respuesta a las dificultades históricas que estaban viviendo por causa de su fe. A nosotros esto no parece inquietarnos. Son textos, sin embargo, que pretenden abrir la vida a lo definitivo, superando el presentismo. Un presente sin futuro es una cárcel lóbrega y un futuro sin presente, una evasión irresponsable. Vivamos con lucidez y responsabilidad el presente: sin miedos ni huidas, con esperanza y creatividad, con la cabeza alta, porque “se acerca nuestra liberación”. Lo importante no es tanto el final de la existencia, sino su finalidad. Jesús no nos informa sobre el cómo y el cuándo del final, sí urge a culminar nuestra existencia, dotándola de contenidos más allá del horizontalismo y la inmediatez.