16º Domingo Ordinario 4ª de salterio

San Lorenzo de Brindisi.

Primera lectura: Jeremías 23, 1-6

Lectura del libro de Jeremías
¡Ay de los pastores que descarrían y dispersan el rebaño de mi pastizal!
—oráculo del Señor—.
Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel, acerca de los pastores que apacientan a mi pueblo:
Ustedes dispersaron mi rebaño, lo expulsaron y no se han preocupado de él. Pues bien, yo les voy a pedir cuentas de sus malas acciones —oráculo del Señor—
y yo mismo reuniré al resto de mis ovejas de todos los países por donde las dispersé y las haré volver a su pastizal, donde fructificarán y se multiplicarán.
Les pondré pastores que las apacienten; ya no tendrán miedo, no se espantarán ni faltará ninguna
—oráculo del Señor—.
Ya llegan días —oráculo del Señor—
en que daré a David un vástago legítimo. Será un rey que reinará con prudencia, impondrá justicia y derecho en el país. En sus días estará a salvo Judá,
Israel vivirá con tranquilidad, y la gente le pondrá de nombre:
«El Señor es nuestra justicia».

 


Salmo: 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
En verdes praderas me hace descansar, junto a aguas tranquilas me lleva.

El Señor me reconforta. R/.
Me conduce por caminos rectos haciendo honor a su nombre.
Aunque camine por valles sombríos no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Ante mí preparas una mesa delante de mis enemigos, unges mi cabeza con aceite y mi copa rebosa. R/.
El bien y la bondad estarán conmigo todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor durante días sin fin. R/

 


Segunda lectura: Efesios 2, 13-18

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios
Hermanos:
Ahora, injertados en Cristo Jesús y gracias a su muerte, ya no están lejos como antes, sino cerca.
Cristo es nuestra paz. Él ha hecho de ambos pueblos uno solo; él ha derribado el muro de odio que los separaba; él ha puesto fin en su
propio cuerpo a la ley mosaica, con sus preceptos y sus normas, y ha creado en su propia persona con los dos pueblos una nueva humanidad, estableciendo la paz. Él ha reconciliado con Dios a ambos pueblos por medio de la cruz, los ha unido en un solo cuerpo y ha destruido así su enemistad. Él ha venido a traer la noticia de la paz: paz para ustedes, los que estaban lejos, y paz también para los que estaban cerca. Unos y otros, gracias a él y unidos en un solo Espíritu,
tenemos abierto el camino que conduce al Padre.

 


Evangelio: Marcos 6, 30-34

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le comunicaron todo lo que habían hecho y enseñado. Jesús les dijo:
—Vengan aparte conmigo. Vamos a descansar un poco en algún lugar solitario.
Porque eran tantos los que iban y venían que no les quedaba ni tiempo para comer. Así que subieron a una barca y se dirigieron, ellos solos, a un lugar apartado.
Muchos vieron alejarse a Jesús y a los apóstoles y, al advertirlo, vinieron corriendo a pie por la orilla, procedentes de todos aquellos pueblos, y se les adelantaron.
Al desembarcar Jesús y ver a toda aquella gente, se compadeció de ellos porque parecían ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.

 


Reflexión:

Cumplida la misión, los apóstoles regresan e informan a Jesús del resultado de la misma. Es interesante advertir que durante la au sencia de los Doce, Jesús no ha hecho nada significativo que pudiera ser desconocido por ellos. El v 30 tiene diversas lecturas: “Y ellos le contaron todo (¿la muerte del Bautista, y en tal caso habría que considerar la retirada de Jesús a un lugar solitario como respuesta a la acción de Herodes, cf. Mt 14,13?), lo que habían hecho y enseñado”. Según
Marcos, sin embargo, la retirada a un lugar deshabitado está motivada por la necesidad de descanso (v 31); que puede traducirse también como necesidad de análisis y reflexión. La acogida de Jesús, en todo caso, deja entrever su delicadeza para con los misioneros. Mientras, las gentes le buscan sin descanso, como ovejas sin pastor. El texto sirve de preludio a la primera multiplicación de los panes, cuya finalidad es presentar a Jesús como el inagurador de los tiempos definitivos: el nuevo Moisés (maná), buen pastor, superior a Eliseo (2 Re 4, 42-44).

 


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