Jueves Ordinario 10ª Semana 4ª de Salterio

Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, Beata Florida Cévoli de Pisa (M), San Juan de Sahagún.

Primera lectura: Heb 10,12-23;

Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacri­ficio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados. Esto nos lo atestigua también el Espíritu Santo. En efecto, des­pués de decir: «Así será la alianza que haré con ellos después de aque­llos días -dice el Señor-: Pondré mis leyes en sus corazones y las escribiré en su mente», añade: «Y no me acordaré ya de sus pecados ni de sus crímenes.» Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados. Hermanos, teniendo entrada libre al santuario, en virtud de la san­gre de Jesús, contando con el camino nuevo y vivo que él ha inau­gurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne, y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémo­nos con corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura. Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa. 


Salmo: Sal 39, 6. 7. 8-9. 10. 11;

Cuántas maravillas has hecho, Señor, Dios mío, cuántos planes en favor nuestro; nadie se te puede comparar. Intento proclamarlas, decirlas, pero superan todo número. /R.

 

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio. /R.

 

Entonces yo digo: «Aquí estoy -como está escrito en mi libro­- para hacer tu voluntad.» Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. /R.

 

He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios; Señor, tú lo sabes. /R.

 

No me he guardado en el pecho tu defensa, he contado tu fidelidad y tu salvación, no he negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea. /R.


Evangelio: Lc 22,14-20.

Y cuando llegó la hora, se sentó a la mesa y los apóstoles con él 15y les dijo: «Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer, 16porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el reino de Dios». 17Y, tomando un cáliz, después de pronunciar la acción de gracias, dijo: «Tomad esto, repartidlo entre vosotros; 18porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios». 19Y, tomando pan, después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía». 20Después de cenar, hizo lo mismo con el cáliz diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros. 


Reflexión:

Una fiesta que celebra a Cristo como  el mediador y realizador de la salvación a través de la ofrenda de su vida. Su sacerdocio rompe los esquemas del sacerdocio ritual de Israel. No ofrece víctimas, se hace víctima. Se toma a sí mismo y se convierte en sangre derramada y en pan partido y repartido. Él es la “ofrenda agradable a Dios”. La Carta a los Hebreos descubre el sentido profundo de su sacerdocio. El Evangelio, por su parte, presenta a Jesús en la institución de la Eucaristía, sacramento de nuestra fe, invitándonos a perpetuarlo. Hoy es también un día para considerar el ministerio/misterio sacerdotal en y de la Iglesia, pues del sacerdocio de Jesús participamos todos los miembros del pueblo de Dios. Y para pedir sacerdotes santos, referencias y trasparencias lúcidas del sacerdocio de Cristo.


  • Compártelo!