Lunes Ordinario 10ª Semana 4ª de Salterio

Mª Madre de la Iglesia, San Efrén.

Primera lectura: Hch 1,12-14;

Reuniendo a estos y a los demás obreros del ramo, les dijo: «Compañeros, sabéis por experiencia que nuestro bienestar depende de este trabajo, 26pero estáis viendo y oyendo que no solo en Éfeso, sino en casi toda Asia, ese Pablo ha seducido a mucha gente con sus persuasiones, diciéndoles que no son dioses los que se fabrican con las manos. 27Y no solo se corre el peligro de que caiga en descrédito este ramo de la industria, en perjuicio nuestro, sino también de que sea tenido en nada el templo de la gran diosa Artemisa y llegue a derrumbarse la majestad de aquella a quien da culto toda Asia y todo el mundo». 


Salmo: Sal Jdt 13, 18bcde. 19;

R. ¡Tú eres el honor de nuestra raza!

Que el Dios Altísimo te bendiga, hija mía, más que a todas las mujeres de la tierra; y bendito sea el Señor Dios, creador del cielo y de la tierra. R.

Nunca olvidarán los hombres la confianza que has demostrado y siempre recordarán el poder de Dios. R


Evangelio: Jn 19,25-27.

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. 

Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». 

Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre».

Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.


Reflexión:

Ha sido el Papa Francisco, (2018), quien  fijó esta memoria litúrgica de María en el lunes siguiente a la solemnidad de Pentecostés, día del nacimiento de la Iglesia. Pero el título no es nuevo. San Juan Pablo II, en 1980, invitó a venerarla como Madre de la Iglesia; y san Pablo VI, al concluir la Tercera Sesión del Concilio Vaticano II, la declaró "Madre de la Iglesia". En 1975, la Santa Sede propuso una Misa votiva en su honor, pero no entró en el calendario litúrgico. Se trata de un título muy presente en la sensibilidad de los Santos Padres, usado ya por San Ambrosio de Milán (S. IV), y nos recuerda que la maternidad de María, que arranca desde la Cruz, se extiende, por voluntad del mismo Jesús, a todos los hombres, así como a la Iglesia. La Iglesia no solo es “madre”, tiene una Madre.


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