Lunes Pascua 7ª Semana 3ª de Salterio

San Félix de Nicosia (M), San Pedro, San Marcelino.

Primera lectura: Hch 19,1-8;

Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó la meseta y llegó a Éfeso. Allí
encontró unos discípulos y les preguntó:
—«¿Recibisteis el Espíritu Santo al aceptar la fe?»
Contestaron:
—«Ni siquiera hemos oído hablar de un Espíritu Santo.»
Pablo les volvió a preguntar:
—«Entonces, ¿qué bautismo habéis recibido?»
Respondieron:
—«El bautismo de Juan.»
Pablo les dijo:
—«El bautismo de Juan era signo de conversión, y él decía al pueblo que creyesen en el que iba a venir después, es decir, en Jesús.»
Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús; cuando Pablo les impuso las manos, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, y se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar. Eran en total unos doce hombres.
Pablo fue a la sinagoga y durante tres meses habló en público del reino de Dios, tratando de persuadirlos.


Salmo: Sal 67, 2-3. 4-5ac. 6-7ab;

R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios (o bien: Aleluya).
Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos, huyen de spresencia los que lo odian; como el humo se disipa, se disipan ellos; como se derrite la cera ante el fuego, así perecen los impíos ante Dios. R/.
En cambio, los justos se alegran, gozan en la presencia de Dios, rebosando de alegría. Cantad a Dios, tocad en su honor, su nombre es el Señor. R/.
Padre de huérfanos, protector de viudas, Dios vive en su santa morada. Dios prepara casa a los desvalidos, libera a los cautivos y los enriquece. R/.


Evangelio: Jn 16,29-33.

En aquel tiempo, dijeron los discípulos a Jesús:
—«Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios.»
Les contestó Jesús:
—«¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo.»


Reflexión:

Los discípulos creían que lo habían entendido todo, y no habían entendido nada. Aquello era un fervor pasajero. Les faltaba el control de calidad, la cruz. Y cuando esta se produjo, surgió la desbandada. Pero esto, si apena a Jesús, no le sorprende. Él no está ni estará solo: la unión con el Padre es su fortaleza. Pero, ¿no le abandonó en la cruz?  No; allí lo experimentó con particular intensidad: “Padre a tus manos encomiendo mi espíritu”. Jesús les inyecta a los discípulos una dosis de realismo: “En el mundo tendréis luchas”, pero, también les conforta. El seguimiento implica asumir su mensaje y sus modos. La experiencia mística, de comunión profunda y verdadera con Jesús, como la de Jesús con el Padre, es imprescindible para mantener esa lucha. Saber esto debe ser fuente de paz.


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