Sábado Pascua 5ª Semana 1ª de Salterio
San Francisco de Sales, Dedicación de la Basílica de San Francisco.
Primera lectura: ch 16,1-10;
Llegó a Derbe y luego a Listra. Había allí un discípulo que se llamaba Timoteo, hijo de una judía creyente, pero de padre griego. Los hermanos de Listra y de Iconio daban buenos informes de él. Pablo quiso que fuera con él y, puesto que todos sabían que su padre era griego, por consideración a los judíos de la región, lo tomó y lo hizo circuncidar. Al pasar por las ciudades, comunicaban las decisiones de los apóstoles y presbíteros de Jerusalén, para que las observasen. Las iglesias se robustecían en la fe y crecían en número de día en día. Atravesaron Frigia y la región de Galacia, al haberles impedido el Espíritu Santo anunciar la palabra en Asia. Al llegar cerca de Misia, intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo consintió. Entonces dejaron Misia a un lado y bajaron a Tróade. Aquella noche, Pablo tuvo una visión: se le apareció un macedonio, de pie, que le rogaba: «Pasa a Macedonia y ayúdanos». Apenas tuvo la visión, inmediatamente tratamos de salir para Macedonia, seguros de que Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio.
Salmo: Sal 99,1-2. 3. 5;
El Señor reina, tiemblen las naciones; sentado sobre querubines, vacile la tierra.
El Señor es grande en Sión, encumbrado sobre todos los pueblos.
Reconozcan tu nombre, grande y terrible: ¡Él es santo!
Ensalzad al Señor, Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus pies: ¡Él es santo!
Evangelio: Jn 15,18-21
Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.
Reflexión:
Jesús ofrece unas advertencias luminosas, orientadas no al desánimo sino a la animación y la audacia de sus “amigos”, a quienes advierte de que sus enemigos, los de Jesús, serán también los de sus amigos. La amistad de Jesús y con Jesús nos expone a la enemistad del mundo. Seguir a Jesús nos “exige” asumir riesgos. La suerte del Maestro debe ser la del discípulo, “por eso el mundo os odia”. Esto puede, en ocasiones, tentarnos al abandono, a cambiar de “amigo” a disimular su amistad. Jesús no defrauda, pero nos advierte para que estemos vigilantes. El amor que propone Jesús es un amor “conflictivo. Hay que asumirlo. Ese “odio” del mundo no hay que provocarlo, pero no hay que rehuirlo. Forma parte del “seguimiento”. Así lo entendió ya la primera comunidad cristiana.