Lunes 7ª Semana Ordinario 1ª de Salterio
San Sergio, San Roberto
Primera lectura: Eclo 1,1-10b;
Toda sabiduría viene del Señor y está con él por siempre. La arena de los mares, las gotas de la lluvia y los días del mundo, ¿quién los contará? La altura de los cielos, la anchura de la tierra y la profundidad del abismo, ¿quién las escrutará? Antes que todo fue creada la sabiduría, y la inteligencia prudente desde la eternidad. La fuente de la sabiduría es la palabra de Dios en las alturas y sus canales son mandamientos eternos. 6La raíz de la sabiduría, ¿a quién fue revelada? y sus recursos, ¿quién los conoció? 7La ciencia de la sabiduría, ¿a quién fue revelada? y su mucha experiencia, ¿quién la conoció? 8Uno solo es sabio, temible en extremo: el que está sentado en su trono. 9El Señor mismo creó la sabiduría, la vio, la midió y la derramó sobre todas sus obras. 10Se la concedió a todos los vivientes y se la regaló a quienes lo aman.
Salmo: Sal 92,1ab.1c-2.5;
R/. El Señor reina, vestido de majestad.
El Señor reina, vestido de majestad; el Señor, vestido y ceñido de poder. R/.
Así está firme el orbe y no vacila. Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno. R/.
Tus mandatos son fieles y seguros; la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término. R/.
Evangelio:
Cuando volvieron a donde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor y a unos escribas discutiendo con ellos. Al ver a Jesús, la gente se sorprendió y corrió a saludarlo. Él les preguntó: «¿De qué discutís?». Uno de la gente le contestó: «Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no lo deja hablar; y cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda rígido. He pedido a tus discípulos que lo echen y no han sido capaces». Él, tomando la palabra, les dice: «¡Generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo». Se lo llevaron. El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; este cayó por tierra y se revolcaba echando espumarajos. Jesús preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?». Contestó él: «Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al agua para acabar con él. Si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos». Jesús replicó: «¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe». Entonces el padre del muchacho se puso a gritar: «Creo, pero ayuda mi falta de fe». Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: sal de él y no vuelvas a entrar en él». Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió. El niño se quedó como un cadáver, de modo que muchos decían que estaba muerto. Pero Jesús lo levantó cogiéndolo de la mano y el niño se puso en pie. Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas: «¿Por qué no pudimos echarlo nosotros?». Él les respondió: «Esta especie solo puede salir con oración».
Reflexión:
Desde el monte de la Transfiguración, Jesús desciende al valle del dolor, donde se encuentra con una discusión entre los discípulos y unos escribas y con una situación personal dramática, la de un padre que, destrozado por la situación de su hijo “poseído” por un espíritu que le torturaba y le impedía hablar, acude a Jesus en espera de ayuda, ante la incapacidad de los discípulos. El padre confiesa su duda -“si algo puedes”- y su esperanza -“ten compasión y ayúdanos”-. “Todo es posible al que cree” le responde. Y el padre exclama: “Creo, pero ayuda mi falta de fe”. Y a los discípulos, extrañados por su incapacidad para curarlo, les responde que solo con fe es posible. Fe y oración son los dos pulmones de la respiración cristiana. “Aumenta mi poca fe” y “enséñanos a orar”.