Domingo 8ª Semana Ordinario 2 de Salterio
Santa Inés de Praga, Santa Ángela de la Cruz.
Primera lectura: Eclo 27,5-8;
El horno prueba las vasijas del alfarero, y la persona es probada en su conversación. El fruto revela el cultivo del árbol, así la palabra revela el corazón de la persona. No elogies a nadie antes de oírlo hablar, porque ahí es donde se prueba una persona. Si buscas la justicia, la encontrarás, y te la vestirás como túnica de gloria.
Salmo: Sal 91,2-3. 13-14. 15-16;
Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh, Altísimo,
Proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad. R/
El justo crecerá como una palmera, se alzará como cedro del Líbano;
Plantado en la casa del Señor, Crecerá en los atrios de nuestro Dios. R/
En la vejez seguirá dando fruto, y estará lozano y frondoso,
Para proclamar que el Señor es justo, Mi Roca, quien no existe la maldad. R/
Segunda lectura: I Cor 15,54-58;
Y cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: «La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?». El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley. ¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo! De modo que, hermanos míos queridos, manteneos firmes e inconmovibles. Entregaos siempre sin reservas a la obra del Señor, convencidos de que vuestro esfuerzo no será vano en el Señor.
Evangelio: Lc 6,39-45.
Les dijo también una parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano. Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca.
Reflexión:
Estos versículos evangélicos concluyen el llamado “sermón de la llanura”, dirigido a los discípulos, y son una pieza de claro tono sapiencial, que nos revela un rasgo fundamental de la enseñanza del Maestro. Consta de dos momentos. En el primero, Jesús advierte de la osadía de pretender guiar a otros sin claridad personal: guiar desde la propia ceguera. Y destaca la necesidad de cuidar el propio interior, porque es ahí donde se fragua la verdad y la bondad del hombre. En el segundo momento, advierte al discípulo a no confundirse, pretendiendo sustituir o suplantar al maestro. En este caso Jesús es el Maestro de quien el cristiano -el guía cristiano- ha de aprender. Y concluye con una advertencia, que es criterio de discernimiento: al árbol se le conoce por sus frutos.