Jueves 20º semana Tiempo Ordinario 4ª de salterio
Santa María Reina.
Primera lectura: Ezequiel 36, 23-28
Os daré un corazón nuevo y os infundiré mi espíritu.
Salmo: 50, 12-13. 14-15. 18-19
R/. Los rociaré con agua pura y los purificaré de todas sus impurezas.
Evangelio: Mateo 22, 1-14
En aquel tiempo, Jesús, tomando la palabra, les volvió a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
—El reino de los cielos puede compararse a un rey que iba a celebrar la boda de su hijo. Envió a sus criados a llamar a los invitados a la boda, pero estos no quisieron acudir. Volvió a enviarles más criados, con este encargo:
«Díganles a los invitados que ya tengo preparado el banquete. He hecho matar mis terneros y reses cebadas y está todo a punto. Que vengan a la boda».
Pero los invitados no quisieron hacer caso, sino que cada cual se fue a su propia hacienda o sus negocios. Hasta hubo algunos que, echando mano de los criados, los golpearon y los asesinaron.
El rey entonces, montando en cólera, mandó a sus soldados que mataran a aquellos asesinos y quemaran su ciudad. Después dijo a los criados:
«La boda está preparada, pero aquellos invitados no eran dignos de venir. Por tanto, vayan a las encrucijadas de los caminos e inviten a la boda a todos los que encuentren».
Salieron los criados a los caminos y reunieron a cuantos encontraron, lo mismo malos que buenos. De esa manera, la sala de bodas se llenó de comensales.
Cuando el rey entró a ver a los invitados, observó que uno de ellos no llevaba traje de boda y le preguntó:
«Amigo, ¿cómo entraste aquí sin traje de boda?».
Él se negó a contestar.
Entonces el rey dijo a los criados:
«Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a la oscuridad. Allí llorará y le rechinarán los dientes».
Porque muchos son llamados, pero pocos escogidos.
Reflexión:
Continúa presentándonos el evangelio el rostro aperturista de Dios. Ahora son los sumos sacerdotes y los ancianos los destinatarios. Si ayer era una viña, hoy es un banquete. Rechazada la oferta por los primeros invitados, ocupados en otros “banquetes”, Dios la amplía y universaliza, a “todos”. A Dios no le bloquean las ingratitudes, le motivan para idear formas nuevas de acogida. Dos parábolas unidas. La primera tiene dos vertientes: un juicio severo: el de los que rechazaron la invitación de Dios -los dirigentes judíos- y otro consolador: el banquete se abre a todos los que circulan por los cruces de los caminos. La segunda parábola (vv 11-13) es una advertencia a los cristianos: hay que llevar el vestido de bodas (Ap 19,8), hay que vestirse adecuadamente; pero Dios nos da el vestido. Solo hay que aceptarlo. Un vestido que Pablo diseñó a los cristianos: “revestíos de Cristo” (Rom 13,14); “del hombre nuevo”, “de entrañas de misericordia” (Col 3,10.12).