Miércoles 1ª Semana de Cuaresma 1ª semana de salterio
San Pedro y Damián
Primera lectura: Jonás 3, 1-10
Los ninivitas habían abandonado el mal camino.
Salmo: Salmo 50, 3-4. 12-13. 18-19
R/. Tú, Dios, no rechazas el corazón dolorido y humilde.
Evangelio: Lucas 11, 29-32
En aquel tiempo, reuniéndose mucha gente a su alrededor, Jesús volvió a tomar la palabra y dijo:
—Esta gente es mala. Pide una señal milagrosa, pero no tendrá más señal que la del profeta Jonás. Como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, así también el Hijo del hombre será una señal para esta gente.
La reina del Sur se levantará en el día del juicio junto con todos los que forman esta generación, y los condenará; porque esta reina vino desde tierras lejanas a escuchar la sabiduría de Salomón, ¡y aquí hay alguien más importante que Salomón!
Los habitantes de Nínive se levantarán en el día del juicio junto con toda esta gente, y la condenarán; porque ellos se convirtieron al escuchar el mensaje de Jonás, ¡y aquí hay alguien más importante que Jonás!
Reflexión:
Jesús es el Signo (I Cor 1,22) del amor de Dios, de su presencia, de su sabiduría. Desde el principio Dios envió signos, pero Jesús es la señal definitiva y plena: es más que Salomón, que Jonás, que el Templo… Jesús es lo más, el Hoy de Dios (Heb 1,2). Y lamenta la incapacidad para percibir esa señal (Jn 6,30). “Señal de contradicción” (Lc 2,34), porque nos descubre el rostro del Dios verdadero y desvela los falsos rostros con los que le damos culto. También nosotros pedimos signos porque no creemos en el Signo, o no sabemos reconocerlo. Dios ofrece signos, no apodícticos, sino humildes, perceptibles desde la oración, la humildad, el amor. Hambreamos panes y desechamos el Pan; buscamos palabras y olvidamos la Palabra. Descubrir a Jesús como la gran señal de Dios y caminar a su luz es el secreto de la felicidad. ¡Que el Señor nos abra los ojos!