Martes 3ª Semana Cuaresma 3ª semana del salterio
San Juan José, San Adrián.
Primera lectura: Daniel 3, 25. 34-43
Acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde.
Salmo: 24, 4-5a. 6-7bc. 8-9
R/. Recuerda, Señor, tu misericordia.
Evangelio: Mateo 18, 21-35
En aquel tiempo, Pedro, acercándose a Jesús, le preguntó:
—Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano si me ofende? ¿Hasta siete veces?
Jesús le contestó:
—No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y es que el reino de los cielos puede compararse a un rey que quiso hacer cuentas con la gente que tenía a su servicio. Para empezar, se le presentó uno que le debía diez mil talentos. Y como no tenía posibilidades de saldar su deuda, el amo mandó que los vendieran como esclavos a él, a su esposa y a sus hijos junto con todas sus propiedades, para que así saldara la deuda.
El siervo cayó entonces de rodillas delante de su amo, suplicándole: «Ten paciencia conmigo, que yo te lo pagaré todo». El amo tuvo compasión de su siervo; le perdonó la deuda y lo dejó ir libremente. Pero, al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios. Lo sujetó violentamente por el cuello y le dijo:
«¡Págame lo que me debes!».
Su compañero se arrodilló delante de él, suplicándole:
«Ten paciencia conmigo, que yo te lo pagaré».
Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que liquidara la deuda.
Los demás siervos, al ver todo esto, se sintieron consternados y fueron a contarle al amo lo que había sucedido. Entonces el amo hizo llamar a aquel siervo y le dijo:
«Siervo malvado, yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste; en cambio tú no has querido compadecerte de tu compañero como yo me compadecí de ti».
Y, encolerizado, el amo ordenó que fuera torturado hasta que toda la deuda quedara saldada.
Esto mismo hará mi Padre celestial con aquel de ustedes que no perdone de corazón a su hermano.
Reflexión:
San Pedro creía que el perdón tendría un límite razonable. La parábola clarifica el tema. Hay que perdonar desde la experiencia del perdón recibido de Dios. Y Dios no se cansa. Adelantarse a perdonar fue su gran originalidad (Rom 5,8). Jesús rompe sus esquemas. El perdón es la palabra de Dios y debe ser la del cristiano. Y perdonar no es solo aceptar la disculpa, sino profundizar en la reconciliación (Mt 5,23-24). Es no vivir atrapado por el recuerdo de la ofensa, sino renovar el rostro de las cosas y de las personas desde la renovación del corazón. No hay situaciones imperdonables, solo personas incapaces de perdonar, de perdonarse o dejarse perdonar. El perdón, sin la experiencia de haber sido perdonado, es casi imposible, pero desde esa experiencia es ineludible. “La medida del perdón es el perdón sin medida”, decía san Agustín. Perdonar es nuestra misión, porque somos estructuralmente “seres perdonados” por Dios.