Martes Ordinario 19ª Semana 2ª de Salterio

San Juan Eudes

Primera lectura: Jue 6-11-24a;

En aquellos días, el ángel del Señor vino y se sentó bajo la encina de Ofrá, propiedad de Joás de Abiezer, mientras su hijo Gedeón estaba trillando a látigo en el lagar, para esconderse de los madianitas. El ángel del Señor se le apareció y le dijo: «El Señor está contigo, valiente». Gedeón respondió: «Perdón, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha venido encima todo esto? ¿Dónde han quedado aquellos prodigios que nos contaban nuestros padres: “De Egipto nos sacó el Señor”? La verdad es que ahora el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado a los madianitas». El Señor se volvió a él y le dijo: «Vete, y con tus propias fuerzas salva a Israel de los madianitas. Yo te envío». Gedeón replicó: «Perdón, ¿cómo puedo yo librar a Israel? Precisamente mi familia es la menor de Manasés, y yo soy el más pequeño en la casa de mi padre». El Señor contestó: «Yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre». Gedeón insistió: «Si he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres Tú quien habla conmigo. No te vayas de aquí hasta que yo vuelva con una ofrenda y te la presente». El Señor dijo: «Aquí me quedaré hasta que vuelvas». Gedeón marchó a preparar un cabrito y unos panes ázimos con media fanega de harina; colocó luego la carne en la cesta y echó el caldo en el puchero; se lo llevó al Señor y se lo ofreció bajo la encina. El ángel del Señor le dijo: «Coge la carne y los panes ázimos, colócalos sobre esta roca y derrama el caldo». Así lo hizo. Entonces el ángel del Señor alargó la punta del cayado que llevaba, tocó la carne y los panes, y se levantó de la roca una llamarada que los consumió. Y el ángel del Señor desapareció. Cuando Gedeón vio que se trataba del ángel del Señor, exclamó: «¡Ay Dios mío, que he visto al ángel del Señor cara a cara!» Pero el Señor le dijo: «¡Paz, no temas, no morirás!» Entonces Gedeón levantó allí un altar al Señor y le puso el nombre de «Señor-de-la-Paz».


Salmo: Sal 84,9. 11-12. 13-14;

R/. El Señor anuncia la paz a su pueblo.

Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón». /R.

La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo. /R.

El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante Él, la salvación seguirá sus pasos. /R.


Evangelio: Mt 19,23-30.

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad os digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos». Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, pero Dios lo puede todo». Entonces dijo Pedro a Jesús: «Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?». Jesús les dijo: «En verdad os digo: cuando llegue la renovación y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos primeros.


Reflexión:

Jesús enfatiza el peligro de las riquezas para acoger el Reino de Dios; porque se trata de tesoros incompatibles. Y “donde está tu tesoro allí está tu corazón”. “Es imposible servir a Dios y al dinero”, porque la pasión por la riqueza hace a Dios “innecesario”, lo desplaza y oscurece con el esplendor de su falsa luz. Es difícil despojarse de la mentalidad de rico, incluso a los pobres. Pedro y apóstoles, en el fondo, le seguían con mentalidad de ricos: “¿Qué nos va a tocar a nosotros?”. Jesús les comprende, pero les rectifica: el seguimiento no debe obedecer a una estrategia sino a una pasión por él. Ese desprendimiento será recompensado, pero con la moneda de Dios. Jesús es la mejor inversión. El todo por él sin reticencias es su propuesta. ¿Estamos dispuestos a asumirla?


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