Lunes Ordinario 20ª Semana 2ª de Salterio.

Santa Elena, Beatos Juan Luis, Protasio y Sebastián (M)

Primera lectura: Jue 2,11-19;

En aquellos días, los israelitas hicieron lo que el Señor reprueba, dieron culto a los ídolos; abandonaron al Señor, Dios de sus padres, que los había sacado de Egipto, y se fueron tras los otros dioses, dioses de las naciones vecinas, y los adoraron, irritando al Señor. Abandonaron al Señor y dieron culto a Baal y a Astarté. El Señor se encolerizó contra Israel: los entregó a bandas de saqueadores que los saqueaban, los vendió a los enemigos de alrededor, y los israelitas no podían resistirles. En todo lo que emprendían, la mano del Señor se les ponía en contra, exactamente como Él les había dicho y jurado, llegando así a una situación desesperada. Entonces el Señor hacía surgir jueces, que los libraban de las bandas de salteadores; pero ni a los jueces hacían caso, sino que se prostituían con otros dioses, dándoles culto, desviándose muy pronto de la senda por donde habían caminado sus padres, obedientes al Señor. No hacían como ellos. Cuando el Señor hacía surgir jueces, el Señor estaba con el juez; y, mientras vivía el juez, los salvaba de sus enemigos, porque le daba lástima oírlos gemir bajo la tiranía de sus opresores. Pero, en cuanto moría el juez, recaían y se portaban peor que sus padres, yendo tras otros dioses, rindiéndoles adoración; no se apartaban de sus maldades ni de su conducta obstinada.


Salmo: Sal 105,34-35. 36-37. 39-40. 43ab y 44;

R/. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo.

No exterminaron a los pueblos que el Señor les había mandado; emparentaron con los gentiles, imitaron sus costumbres. /R.

Adoraron sus ídolos y cayeron en sus lazos; inmolaron a los demonios sus hijos y sus hijas. /R.

Se mancharon con sus acciones y se prostituyeron con sus maldades. La ira del Señor se encendió contra su pueblo y aborreció su heredad. /R.

Cuántas veces los libró; mas ellos, obstinados en su actitud, perecían por sus culpas; pero él miró su angustia, y escuchó sus gritos. /R.


Evangelio: Mt 19,16-22.

Se acercó uno a Jesús y le preguntó: «Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?». Jesús le contestó: «¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». Él le preguntó: «¿Cuáles?». Jesús le contestó: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo». El joven le dijo: «Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?». Jesús le contestó: «Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, da el dinero a los pobres —así tendrás un tesoro en el cielo— y luego ven y sígueme». Al oír esto, el joven se fue triste, porque era muy rico. 


Reflexión:

No basta con hacer preguntas. Hay que acoger las respuestas. Quien se acerca a Jesús es un buscador bienintencionado, pero no radical. Está dispuesto a mejorar, pero no a cambiar. A dejar algo, pero no todo. En el fondo, un mediocre. Pero Jesús no desaprovecha la ocasión. Le dice que lo bueno no es un neutro, un “lo” ni un “qué”, sino una persona: un “quién”: Dios. Y le marca dos momentos: “entrar” en la vida y “la perfección”.  El umbral de entrada, los mandamientos,  parece ser que ya lo había traspasado,  los “cumplía”. Jesús va más allá;  le hace una propuesta radical: la del desprendimiento y del seguimiento, pero el joven prefirió el cumplimiento, continuando en su tibieza, al seguimiento de Jesús. Le paralizaron las riquezas. Y se retiró. ¿Qué nos bloquea a nosotros?


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