Domingo Cuaresma 2ª Semana 4ª de Salterio

San Ciriaco, Santa Eusebia, San Juan de Brébeuf

Primera lectura: Gén 15,5-12. 17-18;

Luego lo sacó afuera y le dijo: «Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas». Y añadió: «Así será tu descendencia». Abrán creyó al Señor y se le contó como justicia. 7Después le dijo: «Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los caldeos, para darte en posesión esta tierra». Él replicó: «Señor Dios, ¿cómo sabré que voy a poseerla?». Respondió el Señor: «Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón». Él los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres y Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados. Aquel día el Señor concertó alianza con Abrán en estos términos: «A tu descendencia le daré esta tierra, desde el río de Egipto al gran río Éufrates:


Salmo: Sal 26,1. 7-9. 13-14;

R/. El Señor es mi luz y mi salvación. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?

El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? R/.

Una cosa pido al Señor, eso buscaré:  habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor,

contemplando su templo. R/.

Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme.

Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. R/.

Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.

Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. R/.


Segunda lectura: Flp 3,17-41;

Hermanos, sed imitadores míos y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque —como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos— hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas; solo aspiran a cosas terrenas. Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor.


Evangelio: Lc 9,28b-36.

Unos ocho días después de estas palabras, tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía. Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube. Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo». Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.


Reflexión:

Transmitido por los tres evangelios sinópticos, sin embargo cada uno destaca aspectos propios. Lucas subraya la finalidad de la subida al monte -a orar-, el contexto en que ocurre -mientras oraba-; y el tema de conversación entre Jesús, Moisés y Elías -su pascua-. ¿Por qué este evangelio en este domingo de Cuaresma? Porque la Cuaresma nos sitúa ante la necesidad de colocarnos en la ruta de Jesús, reorientando nuestros pasos por su camino, porque “mis caminos no son vuestros caminos” (Is 55,8), de abrir nuestro corazón a su evangelio -“Convertíos y creed en el evangelio” (Mc 1,15)-, y esto exige someter nuestra vida a un fuerte ritmo. En el camino cuaresmal es necesario este alto en el monte de la luz para cargarse de fuerza y subir con esperanza al monte de la cruz.


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