Jueves Después de Ceniza 4ª semana de salterio
San Faustino, San Claudio de la Colombière
Primera lectura: Deuteronomio 30, 15-20
Mira: yo os propongo hoy bendición y maldición.
Salmo: 1, 1-2. 3. 4 y 6
R/. Feliz quien ha puesto en el Señor su confianza.
Evangelio: Lucas 9, 22-25
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—El Hijo del hombre tiene que sufrir mucho; va a ser rechazado por los ancianos del pueblo, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley que le darán muerte; pero al tercer día resucitará.
Y añadió, dirigiéndose a todos:
—Si alguno quiere ser discípulo mío, deberá olvidarse de sí mismo, cargar con su cruz cada día y seguirme. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que entregue su vida por causa de mí, ese la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si él se pierde o se destruye a sí mismo?
Reflexión:
Al inicio de la Cuaresma Jesús hace una propuesta de vida. Y esa propuesta es su seguimiento, que tiene implicaciones serias pero salvadoras. Exige renunciar a la egolatría, para poner a Dios en el centro. Pero Dios no desplaza; Dios resitúa a las personas y las cosas. Amar a Dios sobre todas las cosas, no empobrece ni hipoteca el amor ni las cosas, lo enriquece y las enriquece, purifica y dignifica. Abrazar la cruz no es una llamada al dolorismo, sino al realismo cristiano, porque “el discípulo no es más que su maestro; ya le basta con ser como su maestro” (Mt 10,24-25). No podemos ser cristianos por un camino distinto, porque no hay otro Camino (Jn 14,6). ¿Estamos capacitados para comprender y asumir esta propuesta? En ella, es verdad, subyace un planteamiento de “cruz”, nada contemporizador, pero salvador. La Cuaresma puede ser una buena oportunidad para pensarlo.