Miércoles Ordinario 19ª Semana 3ª de Salterio

San Hipólito, San Ponciano, Beato Marcos de Aviano (M)

Primera lectura: Dt 34,1-12;

En aquellos días, Moisés subió de la estepa de Moab al monte Nebo, a la cima del Pisgá, frente a Jericó; y el Señor le mostró toda la tierra: Galaad hasta Dan, todo Neftalí, el territorio de Efraín y de Manasés, y todo el territorio de Judá hasta el mar occidental, el Negueb y la comarca del valle de Jericó (la ciudad de las palmeras) hasta Soar; y le dijo: «Esta es la tierra que prometí con juramento a Abrahán, a Isaac y a Jacob, diciéndoles: “Se la daré a tu descendencia”. Te la he hecho ver con tus propios ojos, pero no entrarás en ella». Y allí murió Moisés, siervo del Señor, en el territorio de Moab, como había dispuesto el Señor. Lo enterraron en el valle de Moab, frente a Bet Peor; y hasta el día de hoy nadie ha conocido el lugar de su tumba. Moisés murió a la edad de ciento veinte años: no había perdido vista ni había decaído su vigor. Los hijos de Israel lloraron a Moisés en la estepa de Moab durante treinta días, hasta que terminó el tiempo del duelo por Moisés. Josué hijo de Nun estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés le había impuesto las manos, los hijos de Israel lo obedecieron e hicieron como el Señor había mandado a Moisés. No surgió en Israel otro profeta como Moisés, con quien el Señor trataba cara a cara; ni semejante a él en los signos y prodigios que el Señor le envió a hacer en Egipto contra el faraón, su corte y su país; ni en la mano poderosa, en los terribles portentos que obró Moisés en presencia de todo Israel.


Salmo: Sal 65,1b-3a.5 16-17;

R/. Bendito sea Dios, que me ha devuelto la vida.

Aclamen al Señor, tierra entera; toquen en honor de su Nombre, canten himnos a su gloria. Digan a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!». /R.

Vengan a ver las obras de Dios, sus temibles proezas en favor de los hombres. Bendigan, pueblos, a nuestro Dios, hagan resonar sus alabanzas. /R.

Fieles de Dios, vengan a escuchar, les contaré lo que ha hecho conmigo: a Él gritó mi boca y lo ensalzó mi lengua. /R.


Evangelio: Mt 18,15-20.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos. Os digo, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».


Reflexión:

Jesús muestra el rostro de la corrección fraterna. Ni indiferencia ni intransigencia, sino fraternidad. Una corrección “graduada” - en privado, ante dos o tres y, finalmente ante la comunidad-, y realizada en una atmósfera de misericordia. La vida cristiana es perfectible, expuesta a la debilidad y necesita ser ayudada.  No se trata de injerencia indebida. La corrección fraterna exige purificar el propio interior antes de querer limpiar la mota del ojo del hermano, y siempre debe ser bienintencionada. No es cómoda, pero es necesaria. Cuando es verdadera, es un espacio regenerador de vida y de fortalecer la comunión a través del perdón y el diálogo. En ese ámbito, reunidos en el nombre del Señor y con ese espíritu conciliador, debe realizarse la oración, que  así tiene todas las garantías de ser escuchada.


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