Viernes 4ª Semana Ordinario 2ª de Salterio

Santa Coleta de Corbie, San Ricardo, Rey

Primera lectura: Heb 13,1-8;

Hermanos: Conservad el amor fraterno 2y no olvidéis la hospitalidad: por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles. Acordaos de los presos como si estuvierais presos con ellos; de los que son maltratados como si estuvierais en su carne. Que todos respeten el matrimonio; el lecho nupcial, que nadie lo mancille, porque a los impuros y adúlteros Dios los juzgará. Vivid sin ansia de dinero, contentándoos con lo que tengáis, pues él mismo dijo: Nunca te dejaré ni te abandonaré; así tendremos valor para decir: El Señor es mi auxilio: nada temo; ¿qué podrá hacerme el hombre? Acordaos de vuestros guías, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe. 8Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre. 


Salmo: Sal 26,1bcde. 3-5. 8c-9d;

El Señor es mí luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? R.

Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra, me siento tranquilo. R.

Él me protegerá en su tienda el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca. R.

Tu rostro buscaré, Señor. No me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio;
no me deseches. R.


Evangelio: Mc 6,14-29.

En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él». Otros decían: «Es Elías». Otros: «Es un profeta como los antiguos». Herodes, al oírlo, decía: «Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado». Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?». La madre le contestó: «La cabeza de Juan el Bautista». Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro. 


Reflexión:

La celebridad de Jesús se ha extendido, hasta el punto de escalar el palacio de Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, y gobernador de la tetrarquía de Perea y Galilea. Se había formado una especie de opinión pública sobre Jesús -“su nombre se había hecho célebre”- (cf. Mt 16,14). Tanto su identificación con el Bautista o con Elías califican la situación histórica como de antesala de los "últimos tiempos". Herodes lo identifica con Juan el Bautista resucitado. Su mala conciencia le remuerde. Y esto le ofrece la ocasión al evangelista para introducir aquí la narración de la muerte del Bautista, el hombre fiel en el servicio a la Palabra. Un hombre de verdad y de la Verdad. Un hombre necesario. Precursor de Jesús en su vida y en su muerte.


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