Hno. Rafael Chamorro. "... Parece que aquí hay algo que no se puede explicar, pero creo que este es mi lugar"

Hno. Rafael Chamorro.

¡Paz y Bien!
Mi nombre es Rafael Chamorro Jiménez, tengo 31 años de edad y soy originario de México. Soy fraile de votos solemnes de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos de la Custodia de México-Texas.

Soy el menor de 4 hermanos, Alberto Erivan, Pablo y Adén de Jesús. Mi madre es Eustolia Jiménez Martínez y mi padre José Pablo Chamorro Flores, siempre hemos sido una familia muy unida a pesar de las contrariedades en la vida, pero algo fundamental que aprecio de las enseñanzas que mis padres nos inculcaron, son los valores del amor y respeto, lo cual nos impulsa a la responsabilidad y a asumir lo confiado.

Estudié la Licenciatura en Gastronomía en el Instituto del Valle de Texmelucán e inicié una especialización en el Instituto Suizo de la Ciudad de Puebla. Me considero una persona afortunada de tener muchas amistades y amigos en mi pueblo, en mi estado, en mi país, dentro y fuera de la Orden. 
Cuando era niño uno de mis grandes sueños era ser maestro por motivación de mi madrina. Al paso del tiempo he comprendido que lo que he experimentado en el trayecto de mi vida ha dado un giro total y muy gratificante para mí. Considero que el dinamismo de mi vocación se ha ido manifestando en su progresividad. Creo que siempre necesitamos una cierta reiniciación, ya que el actuar de Dios es muy maravilloso, y en mí, la experiencia de Dios, me ayudo a comprender y darle sentido a mi vida desde mi familia, mis relaciones y mi vocación.

Tengo muy claro que todo proyecto de vida unido a la fe, supone un “tránsito”, que implica unos cambios. Primero que nada, supone un cambio de actitud. El que quiere experimentar algo distinto en su vida desde el fondo de su corazón y, por el encuentro con el evangelio, comienza a sentir, querer y creer en un nuevo sentido de vida, que lo hace cambiar de actitud y orientación. De la misma forma se da un cambio de existencia, de vida y comportamiento, ya que lo anterior reclama una nueva forma de ser y de estar en el mundo.

Mi primer llamado lo sentí a los nueve años, por medio de una invitación a ser monaguillo en la capilla de mi comunidad de la cual tengo gratos recuerdos. En dicha experiencia todo era nuevo y maravilloso; el conocer a Dios, aprender de él y compartir con otros niños el mismo servicio fue algo fantástico que nunca olvidaré. Pasando el tiempo, mi motivación seguía viva en formar parte de la Iglesia, tuve distintos oficios en el grupo de adolescente, jóvenes, escuela de pastoral, liturgia, etc. Esto me lleno de gran aprendizaje y satisfacción de servir y conocer a Dios.

En el año 2006 se realizó una visita pastoral en mi comunidad, regularmente participan seminaristas diocesanos. Dicha visita fue la detonante para que yo escuchara lo que Dios me pedía concretamente por medio de un gran amigo seminarista: ¿no te gustaría ser sacerdote? pero no respondí, pasaba el tiempo y seguía sintiendo el llamado, pero por otro lado también quería realizar mis propios proyectos, y así, con muchas incertidumbres me animé a responderle, me aventé a esta gran experiencia sin saber dónde llegaría, pero con la convicción de que Dios pondría los medios. De algo si estaba seguro, yo quería ser sacerdote.

Mi proceso vocacional inicio en el Seminario Palafoxiano de la ciudad de Puebla en México, donde viví la bonita experiencia de comenzar a afianzar mi inquietud, aunque aún no era seguro si era el lugar correcto. Comprendí que aún no era tiempo de ingresar, así que continúe mis estudios de preparatoria en un colegio diocesano de mi comunidad, donde ya mis sueños se enfocaron en superarme y hacer mi vida, dejando fuera el anhelo de la vida sacerdotal; terminé mis estudios y pasé a elegir mi carrera universitaria, por una parte quería estudiar Criminología y por otra Gastronomía por gusto a mi madre, hice mis exámenes de admisión y pase los dos, al final decidí Gastronomía; mi tiempo de universitario fue algo que disfruté muchísimo. 
Aquí Dios me volvió a llamar de dos formas distintas, considero yo, carismática y vocacional.

Primero me presentó una forma distinta de seguirlo; yo ya tenía mis planes en mi vida al casi concluir mis estudios. Pues sucede que, durante mis años de estudio universitario, tenía un compañero que era parte de la JuFra (Juventud Franciscana) de mi comunidad y él me hizo la invitación a formar parte de su grupo. Fui y experimenté una forma distinta de ver a Dios y asumir su proyecto. Eso fue muy impactante, ya que siempre estuve trabajando con los diocesanos y no había en mi conocimiento otro estilo de vida con el mismo objetivo. Conocer la figura de San Francisco de Asís fue muy impactante para mí. Comencé a sentir movimientos internos que me hacían anhelar la vida Franciscana. Aquí conocí a los Observantes y viví algunas experiencias vocacionales con ellos, pero había algo que no me convencía del todo.

Segundo, si regresáramos el tiempo a cuando tenía nueve años y me hicieran la pregunta: “Oye, ¿te gustaría ser Capuchino?” Les aseguro que no sabría que responder, sin embargo, el querer conocer más a fondo sobre mi vocación, el llamado especial que Dios me hacía, fue lo que posteriormente me dio el empujón para que a mis veintidós años pudiera decir: “Pues, no sé exactamente qué es eso, pero… vamos a ver qué es

El llamado que Dios hace a seguirlo no es algo que esté dado de forma explícita, sino que hay que descubrirlo, es decir, no es que te llegue por un mensaje de Whats y al leerlo te diga: “Hola que tal querido hijo, soy Jesús, te llamo para que seas mi seguidor” No, nunca se presentan las cosas de esta manera. Sin embargo, Dios usa muchos medios para invitarte a entrar en ti y preguntarte: ¿Qué misión especial tiene Dios para mí?

En mi caso Dios no fue muy creativo en su llamada, no recibí visitas celestiales ni sueños especiales, ni tampoco signos en el cielo, fue muy pero muy ordinario, una amiga del grupo de jóvenes al que pertenecía, quería ir al preseminario (el cual era mixto), pero no quería ir sola, así que me invitó a vivir esa experiencia. Mis padres no se opusieron, así que participé del preseminario. 

 

 

Al finalizar el retiro, todas las hermanas religiosas y sacerdotes diocesanos se fueron entrevistando con las y los jóvenes que quisieran información del proceso formal vocacional; mi amiga se dirigió con una hermana Franciscana de la Inmaculada Concepción, presente en dicho retiro. Al finalizar su entrevista la hermana me llamo y me dijo: “y tú ¿no quieres ser religioso? Yo tengo unos amigos que son Capuchinos, si quieres déjame tus datos y ellos se comunicarán contigo”. Así fue, dejé mis datos y al paso de una semana recibí una llamada para vivir un retiro vocacional y conocerlos. Aquí comienza una gran aventura. Desde mi primer retiro vocacional con los hermanos Capuchinos, lo que encontré fue algo tan diferente a lo que pensaba que cuando llegué me dije a mí mismo: Parece que aquí hay algo que no se puede explicar, pero creo que este es mi lugar.

A veces da miedo enfrentar algo diferente, algo nuevo, sobre todo cuando nos cerramos a la posibilidad de que Dios nos llama por el camino religioso. A veces me suelen preguntar: “Hermano y usted ¿por qué entró al convento?” La respuesta es porque reconocí que Dios me llamaba a la vocación religiosa Capuchina, él tiene sus medios y no lo impone a la fuerza, sino que me dejaba en la libertad de responder.

Actualmente voy a cursar mi último año de teología donde cada día me he enamorado de lo que soy y vivo como Capuchino desde el carisma y de la espiritualidad de nuestro fundador San Francisco de Asís. 

Mi gran deseo es en un futuro poder llevar la buena nueva a los diferentes pueblos o naciones, llevarles el amor del Dios de Jesús, vivir mi plenitud con los que más sufren y con los que más necesitan sentirse amados por Dios, de forma especial me gustaría estar dentro de mi continente o salir al continente europeo donde hoy más que nunca se necesita reforzar ese primer anuncio que va perdiendo el sentido en la sociedad. Aunque también me gustaría mucho el poder formar a los futuros Capuchinos que llevarían la buena nueva a las naciones.

Aprovecho para decir a todos nuestros amigos lectores: Joven que me escuchas, sé que nos es fácil dejar las cosas que creemos que nos dan felicidad y mucho menos cambiarlas por la locura de la buena nueva de Jesús, pero por naturaleza nosotros los seres humanos buscamos siempre nuestra felicidad, si yo he podido encontrar esa plenitud en el seguimiento de Jesús estoy muy seguro de que tú también lo puedes hacer, no tengas miedo deja que la voz del Señor resuene en tu silencio y en lo más profundo de tu ser, y pregúntale como Francisco: “Señor, ¿qué quieres que haga?” y como Samuel responde firmemente: “Habla señor que tu siervo escucha”, se parte de la misión, se parte de los Capuchinos, no tengas miedo, hagamos todo para la mayor gloria de Dios.

Mis estudios en la Orden por mi poco tiempo han sido los básicos que pide la Iglesia en el proceso formativo para la vida sacerdotal. Estudie dos años en el Instituto de Filosofía Intercongregacional de México (IFFIM), es una institución de estudios superiores de inspiración humanista, donde se nos ofrece una alternativa de formación filosófica, ya que considero es necesaria en una sociedad que está ávida de valores. Nos formamos como personas críticas, participativas y promotores de los valores humanos. Donde se articule un conocimiento coherente del ser humano, el mundo y Dios.

Actualmente estudio en el Instituto Teológico Intercongregacional de México (IFTIM), en el cual, regresando en julio próximo a México, cursaré el cuarto año de teología. En este instituto se tiene la misión de apoyar en la formación a los religiosos aspirantes al ministerio ordenado, y público interesado en una formación teologal. La labor del instituto no gira únicamente en relación al ejercicio intelectual, sino que ésta cumple su función al estar orientado de cara a los retos de la sociedad con una formación teológica firme y abierta al dialogo académico y pastoral, en vistas a construir un mundo más humano desde los valores del Reinado de Dios.


Mi experiencia en la misión ha sido muy breve, solo he podido vivirla en la Semana Santa de cada año, en algunas comunidades pertenecientes a una parroquia en la mixteca alta en Chalcatongo de Hidalgo, Oaxaca, la cual está a cargo de los hermanos Capuchinos de la Custodia a la que pertenezco en México.

En el año 2019 tuvimos la motivación e iniciativa un hermano y yo de hacer vivir la experiencia de la misión a los jóvenes de nuestra pastoral a cargo, en donde así dimos impulso a las “Misiones Capuchinas”, las cuales tienen como finalidad vivir y promover la dimensión misionera, ya que desde nuestro bautismo somos llamados a ser profetas del evangelio. Nuestro objetivo es vivir nuestra vocación como bautizados, además de poder vivir una experiencia de fe, a través del anuncio del evangelio, despertando la conciencia de la necesidad propia y la del hermano. Nuestro papel en la misión es predicar el evangelio con la propia vida. Ser partícipe de las actividades de la Semana Santa, asumiendo con responsabilidad, siendo creativos con las actividades que se vallan presentando, compartiendo con la gente, desde mi ser cercano. Siendo agradecido con la comunidad que me acoge y me brinda lo que tiene.

Aquí en el Pardo estoy cursando el Programa de Estudios Franciscanos 2022. Participo de este curso porque creo es algo muy necesario para profundizar mi carisma y vida espiritual a la cual he respondido generosamente. Venir aquí es parte de una etapa formativa en nuestra Custodia, ya que se busca como fundamento el conocimiento y estudio de las fuentes, la historia, el pensamiento y la espiritualidad franciscana, como manifestación de nuestro carisma hoy en día.

De igual modo se busca que cada hermano lleve a la práctica los valores propios de la Orden, como lo son la fraternidad, la pobreza y minoridad, el pensamiento alternativo, la apertura cultural y el humanismo, la alegría, el optimismo vital, la justicia, la paz y el compromiso ecológico. Teniendo como meta el compromiso en la acción, aportando al mundo los valores del franciscanismo.

Espero de estas sesiones formativas el mejor aprovechamiento de mi parte para poder asumir y compartir con los demás, desde mi fraternidad y vida apostólica, los conocimientos adquiridos que son fundamentales para este estilo de vida. Mi próximo destino acabando el curso en Madrid, es regresar a México y como ya lo mencioné anteriormente, continuar con mi último año de estudio de teología, mis exámenes finales y la presentación de mi tesina.

De Francisco podemos hablar muchísimas cosas, pero en este momento quisiera decirte hermano lector, que algo fundamental en nuestra vida es el discernimiento como un camino para la libertad del amor, y esto lo quiero reflexionar desde la carta que Francisco escribe al hermano León.

Muchos han escrito de la figura y estilo de vida de Francisco de Asís, siendo este muy querido, incluso fuera del ambiente cristiano. Se ha caracterizado como un hombre carismático y concreto, ajeno a toda teorización y elaboración sistemática. En Francisco, sólo muy ocasionalmente hallamos el tema de discernimiento espiritual, pero lo que sí hallamos es ese vocabulario que expresa la acción del discernimiento, ya lo vemos en sus actitudes básicas de la vida fraterna, lo cual, lo hace desde la praxis concreta. La reciprocidad y el servicio mutuo se deducen de sus palabras al hablar de las necesidades de los hermanos; la gratuidad del trato con los enfermos y el perdón y la misericordia de la corrección fraterna.


Francisco quiere enseñar al hermano León por medio de una carta, que todo aquel que se deja guiar por el Espíritu no confunde certeza de fe y seguridad psicológica, sino que opta desde certezas de fe sin necesidad de seguridades, dando así paso a la fe y la confianza, vive liberado del miedo a no acertar. Aquí la carta: 

Hermano León, tu hermano Francisco: salud y paz. 
Eso te digo, hijo mío, como una madre: que todas las palabras que hemos dicho en el camino, te las resumo brevemente en una palabra y un consejo, y después no tienes necesidad de venir a mí en busca de consejo. Esto es lo que te aconsejo: Que hagas, con la bendición de Dios y mi obediencia, como mejor te parezca que agradas al Señor Dios y sigues sus huellas y pobreza. Y si es necesario para tu alma por ser para tu consuelo, y quieres venir a mí, ven, León
”. Francisco y León siempre han caminado y hablando juntos. León ha querido compartir profundamente su vida espiritual con Francisco y al cual, le pedía su consejo. 

 

 



Francisco escribe una carta a León para hacerle encontrar su paz, ya que, en el diálogo, cree él no haber obtenido lo deseado para León, siendo este inseguro en su discernimiento y toma de decisiones. La causa de esto es su inseguridad psicológica y espiritual, por algo que vive como drama de conciencia. Francisco quiere forzar a León a asumir su responsabilidad en el discernimiento y toma de decisiones, dándole a entender, primero que nada, sus referencias al discernimiento que son: el hacer la voluntad del Señor, asumir su responsabilidad y hacer en libertad lo oportuno que brinde el discernimiento hacer como voluntad de Dios. Sin olvidar Francisco resaltar su gran afecto a él. 

 Este texto es para comprender la praxis del discernimiento en Francisco de Asís, donde el discernimiento es ponerse en disposición del Espíritu creador y renovador para cambiar lo que sea de la vida personal y comunitaria, sin caer en el miedo a equivocarse. Discernir es amar, buscando agradar al Otro. Para así concluir que el discernimiento es acompañar al hermano, no tomando decisión a mi antojo como acompañante sino la voluntad de Dios y conciencia del hermano, buscando la seguridad de la obediencia.

Francisco representa para mí una inspiración en mi discernimiento vocacional y en la respuesta a mi estilo de vida como Franciscano-Capuchino. Es cierto que nunca puedo compararme a la experiencia de Francisco, lo que trato de expresar es que en mi caminar espiritual muchas veces el discernimiento es duro y confrontante, el cual, me desanima y otras tantas me alegra. No sé, es muy curioso esto, pero rescato que me ha ayudado a crecer estas experiencias. 
Leyendo los escritos y experiencias de Francisco, he ido conociendo, esperando encontrar muchas respuestas y orientaciones. Es aquí donde estos episodios encuentran relevancia y vigencia para mí, se convierte en un paradigma a seguir. El discernimiento va más allá de mis esquemas mentales, de lo que puedo esperar de Dios y de los hermanos, es entrar en una lógica distinta de amor, de servicio y de discernimiento. 

Todo lo anterior se convierte en mi vida personal en un verdadero reto, en una tarea continua y progresiva, en una revisión exhaustiva de mis convicciones, me lleva a cuestionar mis motivaciones para abrazar una forma de vida, contando con la gracia de aquel que es todo Bien.

¡Gracias!
“Haz que nuestros días sean como los primeros, tú que eres espejo y modelo de perfectos, y no consientas que, siendo iguales a ti en la profesión, seamos desiguales en la vida
” (2Cel 221)

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