La familia, escuela del mañana
José-Román Flecha Andrés
[Familia]
En septiembre de 2015 el Papa Francisco se reunió con las familias en la catedral de Santiago de Cuba. Tras escuchar el texto evangélico de las bodas de Caná el Papa afirmó que en “las bodas siempre se une el pasado que heredamos y el futuro que nos espera. Hay memoria y esperanza. Siempre se abre la oportunidad para agradecer todo lo que nos permitió llegar hasta el hoy con el mismo amor que hemos recibido”.
Pues bien, Jesús comienza su vida pública precisamente en una boda, en el interior de una familia, en el seno de un hogar. Y es precisamente en el seno de nuestros hogares donde continuamente Él se sigue introduciendo, Él sigue siendo parte. Le gusta meterse en la familia.
Entra en nuestras casas para mostrarnos el amor de Dios y ayudarnos a descubrir el Espíritu vivo. Con eso, el Papa explica en siete puntos la misión educadora de la familia:
• Es en casa donde aprendemos la fraternidad, la solidaridad y el no ser avasalladores.
• En casa aprendemos a recibir y a agradecer la vida como una bendición.
• En la casa aprendemos que cada uno necesita a los demás para salir adelante.
• En casa recibimos el perdón, aprendemos a perdonar y a dejarnos transformar.
• En casa no hay lugar para las «caretas», somos lo que somos y somos invitados a buscar lo mejor para los demás.
• En el calor del hogar la fe empapa cada rincón, ilumina cada espacio, construye comunidad.
• En la casa las personas van aprendiendo a descubrir el amor concreto y operante de Dios.
En este tiempo todo nos lleva a separarnos y aislarnos. Con palabras que cita con frecuencia, dijo que hoy “no se sabe esperar, no se sabe pedir permiso, no se sabe pedir perdón, no se sabe dar gracias, porque la casa va quedando vacía… de relaciones, de contactos y de encuentros entre padres, hijos, abuelos, nietos, hermanos”.
Pero la familia nos salva de dos fenómenos actuales, como la fragmentación y la masificación. “La familia es escuela de humanidad, que enseña a poner el corazón en las necesidades de los otros, a estar atento a la vida de los demás. Cuando vivimos bien en familia los egoísmos quedan chiquitos”. Pero si no se vive una vida de familia nacen personalidades centradas en sí mismas, que sólo buscan su interés y no saben de solidaridad, de fraternidad, de trabajo en común, de amor, de discusión entre hermanos.
No pensemos que las familias son un problema. Son una oportunidad que tenemos que cuidar, proteger, acompañar. Es decir, son una bendición.
Dejar tras nosotros un mundo con familias es la mejor herencia. Dios nos estimula al amor y el amor siempre se compromete con las personas que ama. Por eso, cuidemos a nuestras familias, verdaderas escuelas del mañana. Cuidemos a nuestras familias, verdaderos espacios de libertad. Cuidemos a nuestras familias, verdaderos centros de humanidad.
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