Fiesta Tiempo de Navidad

Sagrada Familia, Santo Tomás Becket.

Primera lectura: Eclesiástico 3, 2-6. 12-14

Lectura del libro del Eclesiástico
El Señor ha dado más honor al padre que a los hijos
y ha confirmado la autoridad de la madre sobre ellos.
Quien respeta a su padre, verá perdonados sus pecados;
quien engrandece a la madre, acumula tesoros.
Al que trata con respeto a su padre,
sus propios hijos lo colmarán de alegría;
cuando rece, será escuchada su plegaria.
Quien respeta a su padre, tendrá larga vida;
el que obedece al Señor, reconfortará a su madre.
Cuida, hijo mío, de tu padre en su vejez
y no le causes tristeza mientras viva;
aunque le falle la mente, sé indulgente con él
y no lo desprecies, tú que rebosas vigor.
La limosna del padre, no caerá en saco roto:
servirá para obtener el perdón de tus pecados.

 


Salmo: 127, 1bc-2. 3. 4-5

R/. Feliz quien venera al Señor,
quien marcha por sus caminos.
Feliz quien venera al Señor,
quien marcha por sus caminos.
Comerás del trabajo de tus manos,
serás feliz y te irá bien. R/.
Será tu esposa como parra fecunda
en la intimidad de tu casa;
serán tus hijos como ramas de olivo
en torno a tu mesa. R/.
Así será bendecido
todo el que venera al Señor:
«Que el Señor te bendiga desde Sion,
que veas la dicha de Jerusalén

todos los días de tu vida. R/.
 


Segunda lectura: olosenses 3, 12-21

1
Lectura de la carta a los Colosenses
Hermanos:
Ustedes son elegidos de Dios; él los ha consagrado y les ha otorgado
su amor. Sean, pues, profundamente compasivos, benignos, humildes, pacientes y comprensivos.
Sopórtense mutuamente y, así como el Señor los perdonó, perdónense también ustedes, cuando alguno tenga quejas contra otro.
Y, por encima de todo, practiquen el amor, que todo lo vuelve perfecto.
Que la paz de Cristo reine en sus vidas; a ella los ha llamado Dios para
formar un solo cuerpo. Y sean agradecidos. Que el mensaje de Cristo
los llene con toda su riqueza y sabiduría para que sean maestros y
consejeros los unos de los otros, cantando a Dios salmos, himnos
y canciones inspiradas con un corazón profundamente agradecido.
En fin, cuanto hagan o digan, háganlo todo en nombre de Jesús, el
Señor, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Esposas, respeten la autoridad de sus maridos; tal es el deber como
cristianas. Maridos, amen a sus esposas y nunca las traten con aspereza.
Ustedes, hijos, obedezcan a sus padres sin reservas, pues eso es lo
que agrada al Señor. Por lo que toca a ustedes, padres, eduquen con
tacto a sus hijos, para que no se desalienten.

 


Evangelio: Lucas 2, 41-52

Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén, a celebrar la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron juntos a la fiesta, como tenían por costumbre. Una vez terminada la fiesta, emprendieron el regreso. Pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo advirtieran.
Pensando que iría mezclado entre la caravana, hicieron una jornada de camino y al término de ella comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Y como no lo encontraron, regresaron a Jerusalén para seguir buscándolo allí. Por fin, al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Cuantos lo oían estaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas. Sus padres se quedaron atónitos al verlo; y su madre le dijo:
—Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados buscándote.
Jesús les contestó:
—¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?
Pero ellos no comprendieron lo que les decía.
Después el niño regresó a Nazaret con sus padres y siguió sujeto a ellos. En cuanto a su madre, guardaba todas estas cosas en lo íntimo de su corazón. Y Jesús crecía, y con la edad aumentaban su sabiduría y el favor de que gozaba ante Dios y la gente.

 


Reflexión:

La escena evangélica merece ser leída con detenimiento: nos habla de la familia de Nazaret como una familia religiosa practicante; de la actitud de Jesús: una actitud de libertad, de madurez; de la búsqueda angustiosa de unos padres, que aceptan pero no entienden… Todo se recompuso felizmente. Jesús volvió a Nazaret, y allí, en el espacio familiar, aprendió a hacerse y a crecer como hombre. Su madre aparece como el sagrario de las palabras de Jesús, esperando el momento de su plena comprensión y comunicación.
 


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