Martes 3ª Semana Ordinario 1ª de Salterio

Santo Tomás de Aquino

Primera lectura: Heb 10,1-10;

Hermanos:  La ley, que presenta solo una sombra de los bienes futuros y no la realidad misma de las cosas, no puede nunca hacer perfectos a los que se acercan, pues lo hacen año tras año y ofrecen siempre los mismos sacrificios. Si no fuera así, ¿no habrían dejado de ofrecerse, porque los ministros del culto, purificados de una vez para siempre, no tendrían ya ningún pecado sobre su conciencia? Pero, en realidad, con estos sacrificios se recuerdan, año tras año, los pecados. Porque es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.5Por eso, al entrar él en el mundo dice: Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije: He aquí que vengo —pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí— para hacer, ¡oh, Dios!, tu voluntad. Primero dice: Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos, ni víctimas expiatorias, que se ofrecen según la ley. Después añade: He aquí que vengo para hacer tu voluntad. Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.


Salmo: Sal 39,2. 4ab. 7-8a.10-11;

R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu Voluntad.

Yo esperaba con ansia al Señor; Él se inclinó y escuchó mi grito. Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. R/.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios; entonces yo digo: «Aquí estoy». R/.

He proclamado tu justicia ante la gran asamblea; no he cerrado los labios, Señor, Tú lo sabes. R/.

No me he guardado en el pecho tu justicia, he contado tu fidelidad y tu salvación, no he negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea. R/.


Evangelio: Mc 3,31-35.

En aquel tiempo llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dice: «Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les pregunta: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?». Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».


Reflexión:

La respuesta de Jesús constituye el núcleo del relato: cumplir la voluntad de Dios es el único vínculo de auténtica familiaridad con él. No está criticando a su familia de la carne y de la sangre (sabemos que de entre sus familiares hubo cristianos importantes como Santiago, " el hermano del Señor" cf Gál 1, 11-24; Hch 15,13), y nadie la vivió con más intensidad que sus padres, sino anunciando los criterios y valores de la nueva familia: la de aquellos "que no han nacido de sangre, ni de deseo de hombre, sino de de Dios" (Jn 1,13). Cumplir la voluntad de Dios, del Padre, ha sido la vocación de Jesús, y debe ser también la vocación de los que quieran ser sus "hermanos". Cualquier otro tipo de credenciales carece de validez (Lc 13,25-27).


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