Sábado 29º Semana Ordinario 1ª de salterio

Beato Buenaventura de Potenza, San Felicísimo.

Primera lectura: Efesios 4, 7-16

Cristo es la cabeza, del cual todo el cuerpo se procura el crecimiento.
 


Salmo: 121, 1-2. 3-4a. 4b-5

R/. Llenos de alegría vamos a la casa del Señor.
 


Evangelio: Lucas 13, 1-9

En aquel tiempo, se presentaron unos a Jesús y le hablaron de aquellos galileos a quienes Pilato había hecho matar cuando ofrecían el
sacrificio, mezclando así su sangre con la de los animales sacrificados. Jesús dijo:
—¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron tal suerte porque fueran más pecadores que los demás galileos? Pues yo les digo que no.
Y añadiré que, si no se convierten, todos ustedes perecerán igualmente. ¿O creen que aquellos dieciocho que murieron al derrumbarse la torre de Siloé eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Pues yo les digo que no. Y añadiré que, si no se convierten, todos ustedes perecerán de forma semejante.
Jesús les contó entonces esta parábola:
—Un hombre había plantado una higuera en su viña; pero cuando fue a buscar higos en ella, no encontró ninguno.
Entonces dijo al que cuidaba la viña:
«Ya hace tres años que vengo en busca de higos a esta higuera, y nunca los encuentro. Así que córtala, para que no ocupe terreno inútilmente».
Pero el viñador le contestó:
«Señor, déjala un año más. Cavaré la tierra alrededor de ella y le echaré abono. Puede ser que después dé fruto; y si no lo da, entonces la cortas».

 


Reflexión:

Nunca hay que precipitarse en la lectura de los acontecimientos. Los ejemplos que propone Jesús lo ilustran. Dios no está al ace cho. Es paciente. Y su paciencia es nuestra salvación (2 Pe 3,15), - porque Dios es Amor, y el amor es paciente. Dios siempre ofrece oportunidades. La hª de la salvación es la hª de las oportunidades de Dios al hombre. El paraíso fue la primera, y el hombre la perdió, pero no fue la única: la alianza, la tierra prometida, fueron otras grandes oportunidades perdidas (Is 5,4). Hasta que llegó la oportunidad definitiva: Jesucristo, que tampoco fue aceptada: “¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos
como una gallina reúne a sus polluelos, y no habéis querido!” (Mt 27,37). “Pero a los que le recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios” (Jn 1,12). Aprovechémosla. Y como Él sepamos dar oportunidades a la vida. No nos apresuremos nunca a juzgar ni a establecer apresuradamente causas y efectos. Antes de convertirnos en jueces, abramos nuestras vidas al juicio de Dios.

 


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