Viernes 2ª Semana Ordinario 4ª de Salterio
San Francisco de Sales
Primera lectura: Heb 8,6-13;
Hermanos: Mas ahora a Cristo le ha correspondido un ministerio tanto más excelente cuanto mejor es la alianza de la que es mediador: una alianza basada en promesas mejores. Si la primera hubiera sido perfecta, no habría lugar para una segunda. Pero les reprocha: Mirad que llegan días —oráculo del Señor— en que haré con la casa de Israel y con la casa de Judá una alianza nueva; no como la alianza que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto. Ellos fueron infieles a mi alianza y yo me desentendí de ellos —oráculo del Señor—. Así será la alianza que haré con la casa de Israel después de aquellos días —oráculo del Señor—: pondré mis leyes en su mente y las escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: «Conoce al Señor», porque todos me conocerán, del menor al mayor, pues perdonaré sus delitos y no me acordaré ya de sus pecados. Al decir alianza nueva, declaró antigua la anterior; y lo que envejece y queda anticuado, está para desaparecer.
Salmo: Sal 84,8.10-14;
R/. La misericordia y la fidelidad se encuentran
Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación.
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R/.
La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R/.
El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R/.
Evangelio: Mc 3,13-19.
En aquel tiempo, Jesús subió al monte, llamó a los que quiso y se fueron con él. E instituyó doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, y que tuvieran autoridad para expulsar a los demonios: Simón, a quien puso el nombre de Pedro, Santiago el de Zebedeo, y Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso el nombre de Boanerges, es decir, los hijos del trueno, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el de Caná y Judas Iscariote, el que lo entregó.
Reflexión:
Con la elección de los Doce, Jesús realiza un acto de gran transcendencia: subió al monte, subida que puede evocar la de Moisés, para fundar el nuevo pueblo. Y se destaca su protagonismo y su libertad -"instituyó a los que quiso”-. Los Doce son “creación” personal suya. Con una finalidad bien precisa: "estar con él" y "ser enviados a predicar y expulsar demonios". Crea las bases del nuevo pueblo de Dios. Si el antiguo estaba asentado sobre las doce tribus, el nuevo Israel lo está sobre los Doce, fundados en y por la piedra angular, Cristo. Estos son los fundamentos de la ciudad celeste (cf. Ap 21, 14). El texto tiene, pues, una clara intencionalidad cristológica y eclesial. Puede resultar interesante percibir la distinción entre discípulos, apóstoles y los Doce (cf I Cor 15, 5-7).