Sábado 33º Semana Ordinario 1º de salterio

San Clemente

Primera lectura: Apocalipsis 11, 4-12

Los dos profetas fueron un tormento para los habitantes de la tierra
 


Salmo: 143, 1. 2. 9-10

R/. Bendito sea el Señor, mi fortaleza.
 


Evangelio: Lucas 20, 27-40

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús algunos saduceos que, como niegan que vaya a haber resurrección, le hicieron esta pregunta:
—Maestro, Moisés nos dejó escrito que si el hermano de uno muere teniendo esposa, pero no hijos, el siguiente hermano deberá casarse con la viuda para dar descendencia al hermano difunto. Pues bien, hubo una vez siete hermanos; el primero de ellos se casó, pero murió sin haber tenido hijos. El segundo y el tercero se casaron también con la viuda, y así hasta los siete; pero los siete murieron sin haber tenido hijos. La última en morir fue la mujer. Así pues, en la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa, si los siete estuvieron casados con ella?
Jesús les dijo:
—El matrimonio es algo que pertenece a este mundo. Pero los que merezcan resucitar y entrar en el reino venidero, ya no tendrán nada que ver con el matrimonio, como tampoco tendrán nada que ver con la muerte, porque serán como ángeles; serán hijos de Dios, porquehabrán resucitado.
En cuanto a que los muertos han de resucitar, hasta Moisés lo indica en el pasaje de la zarza, cuando invoca como Señor al Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob; porque Dios es un Dios de vivos y no de muertos, ya que para él todos viven.

Algunos maestros de la ley dijeron a Jesús:
—Maestro, tienes razón.
Y ya nadie se atrevía a hacerle más preguntas.

 


Reflexión:

Dios es Dios de vivos, ¨pues para él todos están vivos", y el Dios vivo y "amigo de la vida" (Sab 11,26), de la que Jesús vino para hacernos partícipes en abundancia (Jn 10,10). Y nos ofreció los nutrientes de la misma: la Palabra de Dios y su Cuerpo y su Sangre. Jesús destaca dos modos de acercarse a la palabra de Dios: desde los prejuicios sectarios (saduceos), o desde una actitud abierta (la suya). Y frente a la especulación el más allá, propone la fe en la palabra de Dios. El más acá nos sirve para alcanzar la otra vida, no para imaginárnosla. La “otra” vida tendrá dimensiones propias. “Ni el ojo vio ni el oído oyó lo que Dios tiene preparado para los que lo aman” (1 Cor 2,9). En “esa” vida no se devaluarán los valores ni los amores de esta vida, pero tendrán otra dimensión. Seremos solo “hijos de Dios”; este será el rasgo más profundo de la nueva familia.


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