Viernes 33º Semana Ordinario 1º de salterio
Santa Cecilia
Primera lectura: Apocalipsis 10, 8-11
Tomé el librito y lo devoré.
Salmo: 118, 14. 24. 72. 103. 111. 131
R/. ¡Señor, qué dulce a mi paladar es tu palabra!
Evangelio: Lucas 19, 45-48
En aquel tiempo, Jesús entró en el Templo y se puso a expulsar a los que estaban vendiendo en él, diciéndoles:
—Esto dicen las Escrituras: Mi casa ha de ser casa de oración; pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones.
Y Jesús enseñaba en el Templo todos los días. Mientras tanto, los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y los principales del pueblo andaban buscando cómo matarlo; pero no encontraban la manera de hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de su palabra.
Reflexión:
Mi casa es casa de oración”: Jesús descubre el objetivo primero del Templo: no es un mausoleo de Dios, ni un museo de arte sacro, ni un signo del poder religioso. No entenderlo es pervertirlo, convertirlo en “cueva de bandidos”. Este gesto de Jesús “olía” demasiado a denuncia profética (Is 56,7; Jer 7, 1-11), y los dirigentes religiosos lo percibieron, pero no se convirtieron. Necesitamos “casas de oración”, sin olvidar que cada uno está llamado a ser “casa de oración” desde la que orar al Padre en espíritu y en verdad (Jn 4,23-24). “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (1 Cor 3,16). No profanemos ni permitamos la profanación de ese templo de Dios que es el hombre, y al tiempo cuidemos de que nuestra simbología religiosa sea siempre transparente y respire autenticidad evangélica. Hay que purificar el templo, el exterior y el interior.