Martes Ordinario 16ª Semana 2ª de Salterio
María Magdalena
Primera lectura: Cantar 3,1-4b;
Así dice la esposa: «En mi cama, por la noche, buscaba al amor de mi alma: lo busqué y no lo encontré. Me levanté y recorrí la ciudad por las calles y las plazas, buscando al amor de mi alma; lo busqué y no lo encontré. Me han encontrado los guardias que rondan por la ciudad: - “¿Vieron al amor de mi alma?”. Pero, apenas los pasé, encontré al amor de mi alma».
Salmo: Sal 62,2-6. 8-9;
R/. Mi alma está sedienta de Ti, mi Dios.
Oh Dios, Tú eres mi Dios, por Ti madrugo, mi alma está sedienta de Ti; mi carne tiene ansia de Ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. R/.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios R/.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. R/.
Porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a Ti, y tu diestra me sostiene. R/.
Evangelio: Jn 20,1-2. 11-18.
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le dice: «¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!». Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”». María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».
Reflexión:
La figura de María Magdalena encarna la pasión por Jesús. Lo siguió en vida, hasta la cruz y el sepulcro, y allí se quedó sola llorándolo: la muerte no lo borró de su corazón. María Magdalena no soporta su ausencia. Lo llora porque lo ama. ¡Era un amor sentido! Ella fue la primera testigo del Resucitado y la que comunicó la noticia a los discípulos. Reconoció a Jesús al sentirse nombrada por él. En aquel timbre de voz percibió el tono inconfundible del Maestro. ¡Reconocer a Jesús por la voz, por su palabra! De esta figura podemos aprender lecciones importantes: perseverancia, fidelidad, ternura, discernimiento. ¿Nos reconocemos nosotros en la llamada de Jesús y reconocemos a Jesús en su llamada? Todos somos llamados personalmente; para Dios no hay anónimos.