Domingo Ordinario 12ª Semana 2ª de Salterio
Cuerppo y Sangre del Señor, San Paulino de Nola, SAnto Tomas Moro.
Primera lectura: Gén 14,18-20;
En aquellos días, Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino, y le bendijo diciendo: «Bendito sea Abrán por el Dios altísimo, creador de cielo y tierra; bendito sea el Dios altísimo, que te ha entregado tus enemigos». Y Abrán le dio el diezmo de todo.
Salmo: Sal 109, 1. 2. 3. 4;
R/. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec
Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies.» R/.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos. R/.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora.» R/.
Segunda lectura: Iª Cor 11,23-26;
Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía». Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía». Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Evangelio: Lc 9,11b-17.
Jesús los acogía, les hablaba del reino y sanaba a los que tenían necesidad de curación. El día comenzaba a declinar. Entonces, acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado». Él les contestó: «Dadles vosotros de comer». Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para toda esta gente». Porque eran unos cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: «Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno». Lo hicieron así y dispusieron que se sentaran todos. Entonces, tomando él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos de trozos.
Reflexión:
El milagro de la bendición de los panes y de los peces es símbolo y profecía de la Eucaristía: alimento compartido, bendecido y repartido. Su institución es la mayor audacia de Cristo. No fue una improvisación de última hora sino algo muy pensado, situado en la lógica de su vida: una vida entregada. La Eucaristía nos habla del amor de Cristo hecho presencia; hecho entrega; hecho comunión y alimento de vida. Amor que nos urge a hacerlo presente, a la solidaridad, a no dar rodeos para evitar al que, por amor de Dios, desde su silencio, nos pide un minuto de nuestro tiempo para llenar el suyo. Cristo, entregado y derramado por nosotros, nos urge a abandonar posiciones cómodas para recrear su estilo radical de amar. Por eso la Eucaristía es recordatorio y llamada al amor fraterno.