Viernes 3º Semana Adviento 3º de salterio

Santo Domingo de Silos

Primera lectura: Isaías 7, 10-14

Mirad: la Virgen está en cinta
 


Salmo: 23, 1-2. 3-4. 5-6

R/. Ya llega el Señor,
él es el Rey de la gloria.

 


Evangelio: Lucas 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a Nazaret, un pueblo de Galilea, a visitar a una joven virgen llamada María, que estaba prometida en matrimonio a José, un varón descendiente del rey David.
El ángel entró en el lugar donde estaba María y le dijo:
—Alégrate, favorecida de Dios. El Señor está contigo.
María se quedó perpleja al oír estas palabras, preguntándose qué significaba aquel saludo.
Pero el ángel le dijo:
—No tengas miedo, María, pues Dios te ha concedido su gracia. Vas a quedar embarazada, y darás a luz un hijo, al cual pondrás por nombre Jesús. Un hijo que será grande, será Hijo del Altísimo. Dios, el Señor, le entregará el trono de su antepasado David, reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin.
María replicó al ángel:
—Yo no tengo relaciones conyugales con nadie; ¿cómo, pues, podrá sucederme esto?
El ángel le contestó:
—El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Dios Altísimo te envolverá. Por eso, el niño que ha de nacer será santo, será Hijo de Dios. Mira, si no, a Isabel, tu parienta: también ella va a tener un hijo en su ancianidad; la que consideraban estéril, está ya de seis meses, porque para Dios no hay nada imposible.

María dijo:
—Yo soy la esclava del Señor. Que él haga conmigo como dices.
Entonces el ángel la dejó y se fue.

 


Reflexión:

Si ayer se proclamaba la anunciación de la concepción del Bautista, hoy es la concepción de Jesús la que se anuncia. Comparada con el anuncio de Juan, la de Jesús presenta aspectos singulares: espacio (aldea/templo), condición personal (virginidad/esterilidad), condición social (clase sacerdotal/aldeana), el niño (obra del Espíritu/fruto de una concepción normal), ascendencia (davídica/aarónica). Las actitudes de Zacarías y de María difieren en algo fundamental: Zacarías pide señales y queda mudo por no creer; María, desde la fe, da el SÍ, sin pedir prueba alguna. También la descripción de ambos niños difiere en contenidos esenciales: Juan será el precursor; Jesús, el Salvador. La anunciación a María revela cómo Jesús es todo de Dios. Interiorizada por Dios, e interiorizadora de Dios, María no dice “Hágase”, sino “Hágase en mí”. Hay que ofrecerse como tierra para acoger la semilla de Dios. Y todo por obra del Espíritu Santo. La gran noticia no tiene cobertura publicitaria: Dios elige el silencio para pronunciar su Palabra.
 


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