Viernes 32º Semana Ordinario 4º de salterio

San Alberto Magno.

Primera lectura: 2 Juan 4-9

Quién permanece en la doctrina, este posee al Padre y al Hijo.
 


Salmo: 118, 1. 2. 10. 11. 17. 18

R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
 


Evangelio: Lucas 17, 26-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—El tiempo de la venida del Hijo del hombre puede compararse a lo que sucedió en tiempos de Noé: hasta el momento mismo en que
Noé entró en el arca, todo el mundo comía, bebía y se casaba. Pero vino el diluvio y acabó con todos.
Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: todos comían, bebían, compraban, vendían, sembraban y construían casas. Pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y acabó con todos.
Así será el día en que se manifieste el Hijo del hombre.
El que entonces esté en la azotea y tenga sus cosas dentro de la casa, no baje a recogerlas; y el que esté en el campo, no vuelva tampoco a su casa.
¡Acuérdense de la mujer de Lot!
El que pretenda salvar su vida, la perderá; en cambio, el que la pierda, ese la recobrará.
Les digo que en aquella noche estarán dos acostados en la misma cama: a uno se lo llevarán y dejarán al otro. Dos mujeres estarán moliendo juntas: a una se la llevarán y dejarán a la otra. Dos hombres estarán trabajando en el campo: a uno se lo llevarán y dejarán al otro.

Al oír esto, preguntaron a Jesús:
—¿Dónde sucederá eso, Señor?
Él les contestó:
—¡Donde esté el cuerpo, allí se juntarán los buitres!

 


Reflexión:

Continúa Jesús advirtiendo sobre la necesidad de estar alertas para descubrir la presencia del Reino de Dios, mediante un discerni miento maduro, porque “de aquel día nadie sabe nada, solo el Padre” (Mt 24,36). La venida del Hijo del hombre no interrumpirá los ritmos ordinarios de la vida, por eso muchos no percibirán ni su presencia ni su mensaje. Hay que estar alertas, viviendo sobrios y despiertos, sensibles a las señales del Señor. Con estas palabras Jesús hace una llamada a vivir en la tensión de la espera para “vivir” la vida, no para “pasarla” o malgastarla, sin caer en especulaciones apocalípticas, pues “No tarda el Señor en cumplir su promesa, lo que ocurre es que tiene paciencia, pues no quiere que algunos perezcan, sino que todos lleguen la conversión” (2 Pe 3,9).
 


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