Miércoles 32º Semana Ordinario 4º de salterio
San Diego de Alcalá
Primera lectura: Tito 3, 1-7
Andábamos por el camino equivocado, pero según su propia misericordia nos salvó.
Salmo: 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.
Evangelio: Lucas 17, 11-19
En su camino hacia Jerusalén, Jesús transitaba entre Samaría y Galilea. Al llegar a cierta aldea, le salieron al encuentro diez leprosos que,
desde lejos, comenzaron a gritar:
—¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!
Jesús, al verlos, les dijo:
—Vayan a presentarse a los sacerdotes.
Y sucedió que, mientras iban a presentarse, quedaron limpios de su lepra. Uno de ellos, al verse curado, regresó alabando a Dios a grandes voces. Y, postrado rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba las gracias.
Se trataba de un samaritano.
Jesús preguntó entonces: —¿No fueron diez los que quedaron limpios? Pues ¿dónde están los otros nueve? ¿Solo este extranjero ha
vuelto para alabar a Dios? Y le dijo: —Levántate y vete. Tu fe te ha salvado.
Reflexión:
En los caminos Jesús se encontró con los múltiples rostros de la vida y de la muerte. Siempre atento, también escuchó y acogió el grito de los diez leprosos y les curó. Su estilo no era el de pasar de largo. Le sorprendió, sin embargo, que solo uno, un samaritano, volviera para dar gloria a Dios. Y aquel hombre, además de curado, resultó salvado por la fe. Para Jesús no había distinción: a aquellos leprosos les separaba la “nacionalidad” pero les unía el dolor, y Jesús vino a curar toda dolencia y a derribar toda frontera. Somos más propensos a la oración de petición que a la de acción de gracias. Deberíamos hacérnoslo mirar.