Lunes 15º semana Tiempo Ordinario 3ª de salterio
San Buenaventura.
Primera lectura: Isaías 1, 10-17
Lavaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones.
Salmo: 49, 8-9. 16bc-17. 21 y 23
R/. Al de conducta integra
le haré ver la salvación de Dios.
Evangelio: Mateo 10, 34—11, 1
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
—No crean que he venido a traer la paz al mundo. ¡No he venido a traer paz, sino guerra! Porque he venido a poner al hijo en contra de su padre, a la hija en contra de su madre y a la nuera en contra de su suegra; de manera que los enemigos de cada uno serán sus propios familiares.
El que quiera a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí. El que quiera a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. Y el que no esté dispuesto a tomar su cruz para seguirme, tampoco es digno de mí. El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que, por causa de mí, la pierda, ese la salvará.
El que los reciba a ustedes es como si me recibiera a mí, y el que me reciba a mí es como si recibiera al que me envió. El que reciba a un profeta por tratarse de un profeta, tendrá la recompensa que corresponde a un profeta, y el que reciba a un justo por tratarse de una persona justa, tendrá la recompensa que corresponde a una persona justa.
Igualmente el que dé un vaso de agua fresca al más insignificante de mis discípulos precisamente por tratarse de un discípulo mío, les aseguro a ustedes que no quedará sin recompensa. Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, se marchó de allí a enseñar y anunciar el mensaje en los pueblos de la región.
Reflexión:
Finaliza el Discurso de la misión. Jesús no es un somnífero, ni un col chón en el que descansar indolentemente. No ha venido a tranquili zar, sino a intranquilizar la vida con propuestas arriesgadas. Encarna una paradoja: hay que perder para ganar. Sus propuestas pueden resultar chocantes; pero en todas ellas nos ha precedido. Asumió, cuando lo consideró oportuno, la tensión familiar, no dejándose “dominar” por sus intereses; y cargó, el primero, con la cruz, que era nuestra. Vinculó su suerte con la de sus seguidores, considerando como hecho a él lo que se haga a cualquiera de las suyos. Y estará muy atento: no se perderá ni el gesto del vaso de agua fresca dado en su nombre. ¿Y quién no puede dar un vaso de agua fresca?.