Viernes Ordinario 10ª Semana 4ª de Salterio
San Antonio de Padua.
Primera lectura: Sab 7,1-14;
También yo soy un hombre mortal como todos
y descendiente del primero, formado de la tierra.
En el vientre materno fue modelada mi carne,
durante diez meses me fui consolidando en su sangre,
a partir de la simiente viril y del placer compañero del sueño.
Al nacer, también yo respiré el aire común
y al caer en la tierra que a todos recibe,
lo primero que hice, como todos, fue llorar.
Me criaron con mimos, entre pañales.
Ningún rey empezó de otro modo su existencia:
la entrada y la salida de la vida son iguales para todos.
Por eso, supliqué y me fue dada la prudencia,
invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría.
La preferí a cetros y tronos
y a su lado en nada tuve la riqueza.
No la equiparé a la piedra más preciosa,
porque todo el oro ante ella es un poco de arena
y junto a ella la plata es como el barro.
La quise más que a la salud y la belleza
y la preferí a la misma luz,
porque su resplandor no tiene ocaso.
Con ella me vinieron todos los bienes juntos,
tiene en sus manos riquezas incontables.
Disfruté de todos, porque la sabiduría los trae,
aunque yo ignoraba que ella era su madre.
Sin engaño la aprendí, sin envidia la comparto
y no escondo sus riquezas;
porque es un tesoro inagotable para los hombres:
los que lo adquieren se ganan la amistad de Dios,
pues los dones de la instrucción los recomienda.
Salmo: Sal 39,3-4. 10-11. 17;
Me levantó de la fosa fatal,
de la charca fangosa;
afianzó mis pies sobre roca,
y aseguró mis pasos.
Me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos
y confiaron en el Señor.
He proclamado tu justicia
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes.
No me he guardado en el pecho tu justicia,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea.
Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»,
los que desean tu salvación.
Segunda lectura: Ef 4,7-15;
A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres. Decir subió supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de los cielos para llenar el universo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelistas, a otros, pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al Hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud. Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados a la deriva por todo viento de doctrina, en la falacia de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo.
Evangelio: Mc 16,15-20.
Y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos». Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Reflexión:
Nació en Lisboa en 1191, y en su bautismo recibió el nombre de Fernando. Presente en el traslado a Coímbra de los primeros mártires franciscanos de Marruecos, decidió hacerse franciscano. Conoció a san Francisco, fue el primer profesor de la Orden y predicador elocuente. Murió en Padua en 1231, siendo canonizado en 1232. Su figura está muy difundida en la piedad popular, aunque también un tanto difuminada por la misma. Conocido como “el santo de los milagros”, se olvidan las características más profunda de su personalidad: la pasión misionera y por la Sagrada Escritura. Denominado “Arca de Testamento” por Gregorio IX, fue declarado por Pío XII “Doctor evangélico”. Y con el Evangelio, verdadero “pan de los pobres”, intentó saciar el hambre del pueblo. Esta fiesta es una oportunidad para agradecer el Evangelio y para orar con sinceridad: “Señor, danos siempre de ese pan”.