Miércoles 3ª Semana Cuaresma 3ª semana del salterio
San Olegario, Santa Coleta.
Primera lectura: Deuteronomio 4, 1. 5-9
Observar los mandatos y cumplidlos.
Salmo: 147, 12-13. 15-16. 19-20
R/. Jerusalén, ensalza al Señor.
Evangelio: Mateo 5, 17-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—No piensen que yo he venido a anular la ley de Moisés o las enseñanzas de los profetas. No he venido a anularlas, sino a darles su verdadero significado. Y les aseguro que, mientras existan el cielo y la tierra, la ley no perderá ni un punto ni una coma de su valor.
Todo se cumplirá cabalmente. Por eso, aquel que quebrante una de las disposiciones de la ley, aunque sea la menos importante, y enseñe a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos.
En cambio, el que las cumpla y enseñe a otros a cumplirlas, ese será considerado grande en el reino de los cielos.
Reflexión:
Jesús no vino a abolir la ley, pero tampoco a repetirla. No era un “hombre sin ley”, pero tampoco un “esclavo de la ley”. Él es la Ley de Dios. Vino a dar plenitud, profundidad y radicalidad a la revelación de Dios, adevolver las cosas a su punto original, porque “al principio no fue así” y a decirnos que la verdadera dimensión de las cosas no reside en la exterioridad y el tamaño, sino en su interioridad y verdad. Ese es el espacio de la verdad: un corazón renovado por la conversión. Vino a poner los acentos donde nadie los ponía, a esencializar la vida, liberándola de “añadiduras” y “ataduras” paralizantes, a cambiar las mayúsculas de la Ley, poniendo en el centro al Dios de la misericordia, y a la misericordia como centro de la voluntad de Dios. Vino a reducir la Ley y los Profetas a un solo núcleo: el amor.