Domingo Tiempo de Navidad

San Telesforo, Bto. Diego José de Cádiz (M)

Primera lectura: Eclo 24,1-4. 12-16;

La sabiduría hace su propia alabanza, encuentra su honor en Dios y se gloría en medio de su pueblo. En la asamblea del Altísimo abre su boca y se gloría ante el Poderoso. «Yo salí de la boca del Altísimo, y como niebla cubrí la tierra. Puse mi tienda en las alturas, y mi trono era una columna de nube. 

Arraigué en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad. Crecí como cedro del Líbano, como ciprés de las montañas del Hermón. Crecí como palmera de Engadí, como plantel de rosas de Jericó, como gallardo olivo en la llanura, como plátano crecí. Como cinamomo y aspálato de perfume, como mirra exquisita derramé aroma, como gálbano y ónice y estacte, como nube de incienso en la Tienda. Como terebinto extendí mis ramas, un ramaje de gloria y de gracia.


Salmo: Sal 147,12-15. 19-20;

R./ Glorifica al Señor, Jerusalén

Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión. 

Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,

y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.R/

 

Ha puesto paz en tus fronteras,

te sacia con flor de harina. 

Él envía su mensaje a la tierra,

y su palabra corre veloz. R/

Anuncia su palabra a Jacob,

 sus decretos y mandatos a Israel; 

con ninguna nación obró así.

ni les dio a conocer sus mandatos.R/


Segunda lectura: Ef 1,3-6. 15-18;

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos. Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado.

Por eso, habiendo oído hablar de vuestra fe en Cristo y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, 


Evangelio: Jn 1,1-18.

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer. 


Reflexión:

En el prólogo del IV Evangelio culmina la reflexión sapiencial sobre la Sabiduría de Dios. En Jesucristo se ha manifestado en plenitud la Bendición de Dios. Es el HOY exhaustivo de Dios, la gran sorpresa. El riesgo de las celebraciones navideñas reside en que lo “tradicional” desplace a lo “esencial”, en que la anécdota se eleve a la categoría de principio. La Navidad es un tiempo para contemplar la Gloria del Señor y  celebrar nuestra filiación divina. Porque, por encima de la escenografía tradicional, la Navidad tiene un contenido preciso: el misterio, que a la vez es buena nueva, de la presencia de Dios entre los hombres, para los hombres y por los hombres. Presencia gratuita, que es bendición  (Ef 1,3); luz (Jn 1,9); elección y vocación (Ef 1,4-5); riesgo (Jn 1,5.11); solidaridad y compromiso  (Jn 1,14).


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