Miércoles 26º Semana Ordinario 2º de salterio

Santos Ángeles Custodios

Primera lectura: Job 9, 1-12, 14-16

El mortal no es justo ante Dios.
 


Salmo: 87

R/. Llegué hasta ti mi súplica, Señor.
 


Evangelio: Mateo 18, 1-5. 10

En aquella ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron:
—¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?
Jesús llamó a un niño y, poniéndolo en medio de ellos, dijo:
—Les aseguro que, si no cambian de conducta y vuelven a ser como niños, no entrarán en el reino de los cielos. El más importante en el reino de los cielos es aquel que se vuelve pequeño como este niño. Y el que recibe en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.
Cuídense, pues, de despreciar a alguno de estos pequeños, porque les aseguro que en el cielo sus ángeles están siempre en presencia de mi Padre celestial.

 


Reflexión:

El seguimiento del Señor no es una “procesión” piadosa, es mucho más. Supone el desprendimiento de cualquier tipo de atadura. De muchas maneras lo fue dejando claro el Señor. Hoy lo vemos en este texto evangélico con palabras chocantes, que no hay que tomar a la letra sino en su espíritu. El seguimiento nos cuesta porque estamos apegados a muchas cosas y porque, Jesús no lo ocultó, supone llevar cada uno y cada día su cruz y, además, ayudar a los otros, como buenos cirineos, a llevar la suya. El seguimiento es un problema de afectos y de haberes. Y Jesús no mata los afectos, pero los reorienta. Se trata de acoger su propuesta y dejarnos permeabilizar por ella. ¿Qué obstaculiza mi seguimiento del Señor?
 


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