Soy Juan Gerardo Morga, nací en Tapachula, Chiapas, en la frontera de México y Guatemala, mis padres provienen de sensibilidades y cultura campesina, pero al formar una familia don Saúl se dedicó a la mecánica automotriz y doña Gladys, además de las labores de casa, fue modista y enfermera. Soy el mayor de tres hermanos, pero compartí con el menor, Saúl Jr. todo el tiempo de la vida familiar, actualmente está casado con Andy y viven en Morelia, Michoacán. Con Gilberto ha sido con el que he compartido mucho menos, solo ahora de adultos, porque las circunstancias fueron complicadas para él, actualmente vive en Tijuana y está casado también. Toda mi niñez la viví en un pueblo, Villa Mazatán, fue una infancia y juventud hermosa, con aventuras de irnos de pinta a la playa con los compañeros de la secundaria, recuerdo que aunque era muy reservado y callado no me faltaban los amigos, recuerdo con cariño a varias novias. Después de entrar al seminario, y luego salirme durante unos meses, empecé a radicar en la capital de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez.
Estudié hasta la preparatoria en mi pueblo, los estudios filosóficos y teológicos los hice en el seminario diocesano de Monterrey, primero en una comunidad religiosa, Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal, y los últimos años con los Frailes Capuchinos que habían llegado de la Provincia de Ntra. Sra. de los Ángeles, en California, E. U. Hice los votos perpetuos, la ordenación diaconal y sacerdotal en Monterrey, luego fui designado a las diferentes fraternidades en Chihuahua, Nuevo León, Sonora y Durango.
¿Cómo llegas a la Orden Capuchina? Quizás pudieras contarnos algo sobre cómo nace tu vocación
Creo que cada vocación es una aventura y un misterio, porque no se puede comprender de una vez y ya, mi experiencia me ha llevado a creer firmemente que vamos entendiendo la aventura con el tiempo. Nunca pensaba ser sacerdote, aunque lo insinuaban unas religiosas que servían en mi parroquia, fue en una jornada de oración, con la predicación de un sacerdote muy entusiasta y creativo, cuando sentí que me decía que yo podía ser “ese joven que podría dejar todo para seguir a Jesús”, sentía que la predicación era dirigida, de una forma extraña a mí. Cuando terminó la hora santa fui con el padre Raúl y lo increpé porque me estaba señalando a mí, y para mi sorpresa me dijo, yo nunca te señalaba a ti, pero si te sentiste así debes discernir que quiere Dios para tu vida.
Claro que no le tome importancia, y seguí estudiando, cuando iba a terminar la prepa, antes de presentar el examen a la universidad, quise ir a una experiencia a Michoacán, con los hermanos MCIU, me gustó y quería quedarme ya, pero me mandaron a terminar la preparatoria. Una vez que terminé, ingresé con los hermanos en Cuernavaca sin saber exactamente la aventura que me esperaba. El primer noviciado lo hice en un pequeño ranchito entre Morelia y Quiroga, en el estado antes mencionado, luego la filosofía y la teología en Monterrey.
Estando estudiando en el seminario de Monterrey, en Nuevo León, conocí a los Capuchinos, pero la experiencia fue desafortunada y me prometí a mi mismo “nunca seré Capuchino”. Unos años más tarde conocí a dos Hermanos Capuchinos que me entusiasmaron mucho y decidí dejar la anterior congregación, después de estar 9 años, y empecé el noviciado con los capuchinos, allí empezó una aventura que me ha traído hasta España.
Ya en el post-noviciado terminé los últimos dos años de la teología, al terminar me fui de misiones a la sierra de Sonora y luego a Chihuahua, después de un año me mandaron a la recién creada Parroquia de la Santísima Trinidad, que atendemos en Juárez, Nuevo León donde permanecí 4 años. Una segunda vez he estado casi dos años en el noviciado de Chihuahua como vice-maestro y ayudando en la pastoral de la Parroquia del Sagrado Corazón en Madera, Chihuahua. Y después a la fraternidad en la que me encuentro actualmente.
¿Qué estás haciendo ahora y dónde?
Vivo en la casa del postulantado en Durango, ayudando en la formación y en la pastoral de la parroquia a la que pertenece el convento. Básicamente es un trabajo pastoral, voy a la cárcel cada quince días, los fines de semana celebro de 5 a 7 misas, muy a menudo acompaño a personas espiritualmente y otras doy formación a los laicos, especialmente en la pastoral familiar.
Aquí en el Cristo de el Pardo he ayudado con las celebraciones los fines de semana, también he ido a Usera y a Medinaceli a ayudar en su fiesta. Han sido buenas experiencias que agradezco a los Hermanos por la acogida y las atenciones que han tenido con todos, particularmente me he sentido en casa.
En el Pardo, ¿Cómo está siendo tu experiencia?
Hablar de mi experiencia en la ESEF (Escuela Superior de Estudios Franciscanos), es imposible, por lo menos este año, no hablar del Coronavirus, así que serían tres momentos:
• A mi llegada al Pardo, todo era sorpresa. Nunca había salido de mi país, así que todo era nuevo. Empezaron las clases, los trabajos y la exigencia de estar varias horas al día frente al ordenador. Fue complicado acostumbrarme a la dinámica de estudios después de 7 años, poco a poco entré en esa dinámica y, no sin extrañar a la gente y las costumbres, fui tomando el ritmo. Conocer los textos, escritos y hagiografías de la época de Francisco y saber el método desde el cual debemos interpretarlos fue todo un descubrimiento.
• Casi a mitad del curso, a principios de Marzo, empezó lo que todos hemos vivido, de una manera u otra, la crisis provocada por el Virus COVID19. Nunca pensé que me tocaría vivirlo en carne propia, porque se me hacían tan lejanas las noticias, que había empezado en China, que habían muchos muertos, etc. Pero pronto llegó al Pardo, primero enfermo un fraile, luego yo, después murió otro y al final casi todos aislados, algunos dieron positivo a las pruebas. Fue una experiencia dura, cruda y limite, cuando ingresé al hospital, completamente solo, tuve mucho miedo de morir allí, no sabía que pensar, es allí donde llega la completa desesperación o locura, o la confianza absoluta en el Único que te puede sostener. Debo decir que situaciones como esta, complicada y limite, son las que más me han hecho experimentar la presencia humilde pero intensa de Dios, pero nunca había sido como esta vez.
• Después de estar más aislado más de un mes, en mi cuarto y el hospital, salí a reunirme con mis compañeros y con una nueva realidad. Las clases ahora eran videoconferencias en tiempo real, las distancias eran guardadas hasta en la mínima cosa, la higiene nunca había sido tan importante. Con todo esto logré de nuevo a conseguir el ritmo de clases y trabajos. En general puedo decir que ha sido un excelente curso, pero sin duda lo que más me ha enseñado mucho más es la experiencia de la enfermedad y de un virus que no conoce nadie, incluso que hasta hoy no hay cura.
Háblanos sobre tus aficiones y/o Hobbies
Me gusta tocar la guitarra, y aunque no soy experto, me encanta hacerlo con la gente, con los Hermanos. Disfruto mucho los momentos que se comparten en la espontaneidad, en las recreaciones o convivencias. Me encanta la música e incluso he compuesto algunas cosas, pero no las he compartido mucho.
Otro de mis hobbies es leer, aunque lo tenía muy olvidado, hasta que estuve en el confinamiento lo aproveche de nuevo. Me gusta el fútbol, le voy a las Chivas rayadas del Guadalajara, el mejor equipo de México.
Disfruto mucho los lugares en los que puedo estar en contacto con lo natural, considero que son lugares privilegiados para encontrar a Dios, particularmente estos lugares son como la capilla donde me encuentro cara a cara con Él.
¿Qué le pides al futuro? ¿Qué es lo que más te gustaría hacer?
Me gustaría ir de misionero a algún lado donde se necesite, aunque estoy abierto a lo que se necesite en la circunscripción en la que estoy.
De lo que estoy seguro, y es lo que quiero hacer, no seré el mismo después de las experiencias vividas estos meses aquí en el curso de la ESEF. Quiero vivir mejor y más intensamente los valores cristianos desde la perspectiva novedosa en que lo presenta Francisco de Asís, una manera muy propia sí, pero también una manera muy fraterna, contagiando a los hermanos de mi fraternidad.
Creo que te gustan las Nuevas Tecnologías. ¿Crees que puede ser un instrumento útil de evangelización?
No sé si podría serlo, pero si tengo una página en la que comparto las reflexiones del Evangelio de una forma muy particular, también cosas que pienso y que vivo en la pastoral, en el ámbito personal y familiar. La página se llama Fray YOLO - Capuchino (https://www.facebook.com/frayyolo/), YOLO es el acrónimo de ''you only live once'' - Solo vives una vez - , y me lo adjudicaron jóvenes de una parroquia en Monterrey, México, pues decían que en Misa, y particularmente en la homilía, la vivía con mucha pasión, con ánimo y como si celebrará por última vez.
Particularmente pienso que las nuevas tecnologías sirven cada vez más para evangelizar, pero puede ser más de lo mismo. Pongo de ejemplo lo que pasó en las redes católicas mientras vivíamos la pandemia: Misas, horas santas, rosarios, todo online, prácticas que hacemos comúnmente en la parroquia o en nuestras casas, pero la misma pastoral de mantenimiento. Creo que faltó más creatividad, faltaron foros, chats, videoconferencias con diálogo de las cuestiones sociales y religiosas, o que los sacerdotes ofrecieran su número celular para que les pudieran llamar o vídeo para quien necesitara hablar ante la realidad tan difícil del confinamiento. También creo que para hacer un apostolado que incida en las redes, es necesario formarse y seguir siendo autentico, creíble y sincero.
Y ahora… ¿Cuál es el siguiente paso? ¿Qué harás cuando acabes en el Pardo?
Pues continuar en la pastoral de la parroquia en la que ayudo, seguir acompañando a las personas con la presencia cercana. Pero con nuevo impulso y queriendo llevar a la práctica muchas cosas aprendidas y valoradas más en este curso. También abierto a lo que se necesite y abriendo el espíritu para que nos lleve por caminos de creatividad pastoral ante la postpandemía.
Agradezco de corazón a los que componen el equipo de la ESEF, a los profesores por sus experiencias y enseñanzas, a los Hermanos Capuchinos de la fraternidad del Cristo de el Pardo, por sus atenciones no solo en el curso sino en los momentos difíciles de la enfermedad. Por supuesto a cada uno de los compañeros de clase porque al compartir con ellos han enriquecido mi vida en todos los aspectos. A los hermanos de mi Custodia por sus oraciones y su presencia cercana a pesar de la distancia. A Dios por esta oportunidad que me regalo de vivir una vida con Él.