Me llamo Antonio Valiente González, soy de Daimiel de la provincia de Ciudad Real. Allí viví mi niñez como monaguillo en la Parroquia de Santa María. Recuerdo muchas cosas con las que disfrutaba muchísimo y en especial con las personas mayores. Me gustaba mucho hacerles rabiar. Luego ya estuve en el seminario en los Carmelitas, en Castellón de la Plana hasta 3º y cuando iba a pasar para ir al noviciado decidieron que ya no siguiera, quizás no lo merecía. Una de las frases que me gustaba del P. Agustín, que era el que estaba con nosotros, cuando terminaba de comer daba unos toques con el tenedor en el vaso y decía que si seguíamos prefería que fuéramos unos buenos casados a unos malos sacerdotes. Luego vine a Madrid, ingresé en Telefónica, me casé y tuve dos hijos y ahora tengo cuatro nietos y soy muy feliz. Y la frase del P. Agustín no se me olvidará nunca.
¿Qué estudiaste Antonio?
Los estudios de entonces. El bachiller lo hice en Castellón. Mi padre quiso que trabajara en un comercio, pero ganaba 2.000 pesetas al mes y yo tenía amigos en el pueblo que cuando llegaba el domingo salían con 25 pesetas y yo salía con 5. Le dije a mi padre que a trabajar a los albañiles o donde fuera. Hice de todo, hasta repartí hielo para sacar algunas perras. Un día de 1968, en la Adoración Nocturna, el celador del pueblo y el mecánico me dijeron que iba a entrar gente en Telefónica. Entré a la primera. Me tocaba hacer hoyos a base de pico y pala y así salimos adelante. Luego en Telefónica nos ofrecieron sacar el graduado escolar, hice Formación Profesional en la rama de electrónica.
Trabajaba y por las tardes a estudiar hasta que lo saqué. Me dieron plaza en Getafe y hubo temporadas que con mis estudios mis hijos se ponían también con sus deberes y sacamos la familia adelante.
En esta vida tan ajetreada, ¿Cómo encaja tu colaboración con la revista?
Hace más de 40 años estaba aquí un primo de mi mujer, Ricardo, era cartero y ayudaba al Hno. Antonio y me pidieron que les echara una mano. Así que empecé con Getafe, Villaverde, Leganés, más tarde hasta Pinto y ahora llevo la mitad de Madrid, toda la zona sur. Visito a muchos suscriptores. A mí me gusta mucho venir a ver a Jesús, aunque en otras ocasiones sea solo para mirarle y decirle Padre Nuestro… A veces si tardo un poco en venir me entra el “mono” y enseguida pienso … “tengo que pasar”…
¿En qué consiste tu colaboración?
La más importante es escuchar, lo de menos es recoger el recibo.
Y, cuando llegas a la casa de un suscriptor, ¿Cómo te sientes?
Son tantos años … Quien sale a recibirte en seguida pregunta por la salud, la familia, hay una comunicación más allá de la revista. Me hice “familia” es muy satisfactorio, sobre todo en personas mayores, necesitan hablar, les gusta ser escuchadas, te tienes que sentar en invierno al brasero y en seguida te dan todo lo que tienen.
¿Recuerdas alguna visita especial?
En una ocasión, aquí cerca de Atocha, llamo al portero automático y la Señora comenzó a hablarme, que a ver qué tal, qué si la familia bien, que si yo también, pero no me abría la puerta de la emoción por la visita.
Cuando entré en su casa recuerdo que hacía mucho calor ese día y me ofreció un vaso de agua. Le dije que sí, que por favor, que venía con la boca seca de tanto calor y ella me dijo; “pues yo también la tengo seca pero de no poder hablar con nadie porque mi hijo no tiene tiempo de venir y los nietos están estudiando” Hablamos más de media hora. Yo también les cuento cosas de mi infancia, de mis tiempos de monaguillo…
Antonio, ¿Has sido monaguillo pícaro?
Pillo he sido… muy pillo. Cuando estaba preparándome para la Comunión, en aquel entonces, íbamos en grupo desde las escuelas. Recuerdo que en una Cuaresma, en la cuarta estación del Vía Crucis me dio por empezar a arrodillarme y por eso me metieron de monaguillo.
¿Qué te parece la revista?
Vienen testimonios muy interesantes. Algunos suscriptores mayores echan en falta ver más a Jesús y cuando dan un donativo verlo anotado como agradecimiento. A muchos les gusta el calendario con la imagen del Cristo. Hay mucha devoción.
Les gustan mucho las frases como “Jesús te espera” y piden artículos cada mes con la imagen.
A mí me gusta leer las experiencias de misioneros, me llaman la atención, tengo amigos sacerdotes; uno en Etiopía, otro en Brasil, son chicos con los que he tratado en el Seminario y ahora me cuentan sobre su misión. Me decía una hermana de uno de ellos que vendrá con las maletas vacías y se las llevará llenas de ornamentos para las iglesias que van organizando.
Me gustaría transmitir lo bonito que es dar la vida por algo, que al ayudar a las personas haya siempre una sonrisa para quienes tan amablemente me atienden cuando llego a sus casas.
Gracias por tu colaboración Antonio.