Hipólito nació en Santander hace sesenta años, en el seno de una familia de maestros que, curiosamente, en ese momento trabajaban en el Colegio San Antonio de Santander. Esto se explica porque unos años antes, sus padres, de viaje de novios en Santander, decidieron hacer una visita a un familiar de su madre que estaba destinado en el convento de los capuchinos. Se trataba del Padre Jacinto de Fontanil que, en un par de celdas del convento, había creado el embrión de lo que luego sería y sigue siendo el Colegio San Antonio. Estamos hablando del año 1950.
El Padre Jacinto, sabedor de las dificultades de los recién casados que tendrían que vivir separados durante el curso escolar en sus respectivas escuelas de la provincia de León, les propuso que viniesen a Santander y participasen así en el proyecto de creación del colegio que tenía en mente. Y así fue como primero su padre y más tarde su madre se incorporaron a la tierruca, a lo que hoy llamamos Cantabria y en aquellos tiempos se conocía como Santander, el puerto de Castilla.
No es de extrañar que allí, en el colegio San Antonio, aprendiese las primeras letras y los primeros números. Dice Hipólito "era un niño torpe que leía mal y se le atragantaban los números, pero al que siempre le dieron confianza y apoyo. Quizás en lo que más brillé fue como monaguillo, un monaguillo de los de misa en latín, de los de “Pater noster qui es in caelis, santificétur nomen Tuum…"
Pasada esta etapa infantil le tocó ir al Instituto José María Pereda de Santander para estudiar el bachillerato y de aquí a Valladolid, distrito universitario en aquella época, donde se matriculó en la Facultad de Filosofía y Letras y donde terminó la carrera con apenas 22 años con la especialidad en Geografía.
Hipólito, al terminar tus estudios ¿Cómo fueron los inicios laborales?
Como a todos los jóvenes de aquella época, me “tocó” cumplir con catorce meses de servicio militar que cortaron de manera radical mi proceso formativo. Lo mío, por otro lado, no era el ardor guerrero. Pasado este periodo comencé a buscar trabajo pues mi objetivo era poner en práctica lo que siempre había sido mi vocación: la docencia, lo que siempre había visto en mi casa.
Después de algunos trabajos para ir tirando, un buen día una amiga que trabajaba como profesora de inglés en el Colegio San Antonio me comentó que iba a dejar el trabajo para ocupar otro en Burgos. Fui a ver al Padre Jacinto para ofrecerme como posible sustituto y ese mismo día empecé a trabajar. Era el mes de diciembre del año 1982. Hoy sé que fue un acto de gran generosidad por su parte pues no era su candidato idóneo, pero me aceptó y aquí sigo, después de 34 años, intentando mantener este Colegio, mi Colegio, por el que él tanto luchó.
En estos momentos ocupo el cargo de director pedagógico, una tarea que muchas veces me hace sufrir pero que también está altamente compensada con la proximidad y el excelente trabajo de unos compañeros que me hacen las cosas muy fáciles
Y, ¿Qué actividades y fines tiene este centro?
En toda la larga historia del Colegio ha habido de todo: por nuestras aulas han pasado muchos alumnos y profesores; hemos perdido unidades por falta de alumnado y las hemos vuelto a recuperar; hemos sido invisibles ante la Administración para luego pasar a ser reconocidos; hemos vivido, en definitiva, momentos de calma y otros tremendamente convulsos. Pero lo que no ha cambiado es nuestra cohesión. Los corazones humanos no se unen sólo mediante la armonía; se unen más bien, herida con herida, dolor con dolor, fragilidad con fragilidad.
Hoy, tenemos cuatro aulas de Educación Secundaria, un Aula de Apoyo atendida por dos profesores de Pedagogía Terapéutica y un Aula Inclusiva que se cede a una fundación llamada APTACAN que atiende a niños con trastorno del espectro autista. Somos 12 profesores que nos afanamos por mantener vivo el gran objetivo de contribuir a formar personas a través de una educación humanista e integradora.
Citas momentos "convulsos" ... háblanos de las dificultades
¿Dificultades? Quizás la mayor de todas es tratar de compensar las desigualdades. No todos los alumnos que nos llegan están en el mismo punto de partida: unas veces falla el entorno extraescolar, otras la pobreza cultural…Son muchas las razones. Nosotros nos tenemos que afanar en minimizar esos desarreglos poniendo comprensión, esfuerzo, formación y convicción en un trabajo que trasciende de lo meramente académico y busca su razón de ser en la búsqueda de una sociedad más justa basada en la igualdad de oportunidades.
Hoy me toca ocupar el puesto de director pedagógico y lo hago con el ideal franciscano de construir la paz y la convivencia humana a través de la cercanía y la solidaridad con todos. También es verdad que no siempre se consigue.
Apostamos por una metodología flexible y abierta que apuesta por la inclusión. En educación sólo funciona lo sencillo, lo fácil de aplicar, pero eso, paradójicamente, supone mucho trabajo y mucha puesta al día por parte del profesorado. Creemos que nuestro lema debe ser aquello que nos repetimos como un mantra en los claustros: paciencia, trabajo y comprensión. La idea es crear un centro inteligente que mejore el bienestar y el crecimiento personal de toda la Comunidad Educativa.
Apostamos también por la incorporación de las nuevas tecnologías y el seguimiento en el propio colegio de todas las tareas con el fin de ahondar en la igualdad de oportunidades. Desarrollamos programas de refuerzo y compensación educativa y nos alineamos, como ya hemos dicho, hacia la inclusión que promueve la convivencia ordenada de todas las capacidades y sensibilidades y que alienta a su vez los efectos positivos y bidireccionales de la fraternidad franciscana.
¿Qué aporta el profesorado?
Los profesores asumimos la responsabilidad de trabajar en equipo para que haya una línea de equilibrio, coherencia y continuidad. Pero también pretendemos que a través de una enseñanza individualizada y activa el alumno se erija en verdadero protagonista de la clase, pasando el profesor a ocupar la tarea de proveedor de instrumentos de aprendizaje. El profesor enseña pero es el alumno quien aprende.
Desde el punto de vista de la convivencia y la sociabilidad pretendemos conseguir que nuestros alumnos aprendan a vivir en una sociedad democrática y plural, pero también cambiante y abierta claramente al futuro y al progreso. Para ello, el Colegio, a través de sus trabajadores y de sus órganos trata de potenciar con sus actitudes el espíritu crítico, la solidaridad, la pasión por la libertad y la tolerancia.
Igualmente, se pretende sensibilizar al alumnado hacia los problemas ecológicos, evitando el despilfarro y fomentando el respeto, cuidado y defensa del medio ambiente. Para ello proponemos a lo largo del año un buen número de actividades que promueven el contacto directo con nuestro patrimonio natural.
¿Algún recuerdo especial?
Me gustaría recordar a todos los compañeros que han trabajado en este Colegio y que sin su aportación hoy no estaríamos aquí.
Tengo una debilidad especial por el Padre Jacinto, un hombre inteligente, con un gran empuje y excepcional generosidad. Murió joven pero nos dejó un espacio para crecer como personas y para dar sentido a una vida laboral muchas veces ingrata pero que también nos ha dado grandes satisfacciones.
No puedo olvidarme del Padre Miguel, actual Director, que con una labor callada pero altamente eficaz contribuye al mantenimiento de nuestro muy querido Colegio San Antonio.