Guam. La isla donde la fe echó raíces
A comienzos del siglo XX, un grupo de capuchinos españoles llevó el Evangelio hasta la remota isla de Guam, entre tifones, guerras y soledad. Su testimonio no fue de conquistas, sino de paciencia, servicio y fidelidad. Durante cuarenta años sembraron escuelas, templos y esperanza entre el pueblo chamorro, dejando una huella profunda de fe vivida con humildad. Hoy su historia revive gracias a la Biblioteca Digital de los Hermanos Capuchinos (BIDICAP), que rescata esta página luminosa de la misión capuchina.
A miles de kilómetros de España, en pleno Pacífico occidental, existe una pequeña isla que guarda una de las páginas más sorprendentes de la historia misionera capuchina: Guam, un territorio minúsculo donde, durante cuarenta años, los frailes españoles sembraron fe, cultura y esperanza entre el pueblo chamorro. Su historia no es de grandes gestas heroicas, sino de silencios, constancia y fidelidad en tiempos de profunda transformación política y social.
Cuando los capuchinos españoles llegaron a Guam en los albores del siglo XX, el mapa del mundo había cambiado. España acababa de perder sus últimas colonias, y Guam había pasado al control de los Estados Unidos tras la guerra de 1898. Sin embargo, los misioneros no viajaron con bandera ni con ambición, sino con el espíritu de San Francisco: “predicar el Evangelio con la vida, incluso cuando las circunstancias callan las palabras.”
El libro Historia de la misión de Guam de los capuchinos españoles relata con detalle esa aventura iniciada en 1901. Aislados del mundo, rodeados de mar y de culturas diversas, los frailes levantaron escuelas, dispensarios, templos y comunidades cristianas. En uno de los documentos conservados puede leerse: “Desembarcamos en la bahía de Agaña, bajo un sol abrasador. Todo era extraño y, sin embargo, sentíamos el gozo de quien vuelve a su casa. Porque el mundo entero es casa del misionero cuando lleva el Evangelio en el pecho.”
Guam fue también un territorio de tensiones.
Los capuchinos debieron adaptarse al nuevo orden norteamericano, aprender inglés, negociar con las autoridades civiles y ganarse el respeto de un pueblo que desconfiaba de todo lo que viniera de fuera. La paciencia fue su mayor arma. “Evangelizar —escribía uno de ellos— es aprender a esperar el momento de Dios.”
No fueron años fáciles.
Los tifones destruyeron templos, las epidemias diezmaron poblaciones y las incomunicaciones hicieron que durante meses los frailes no recibieran noticias de Europa. Aun así, la misión siguió adelante. Uno de los cronistas describe con emoción la inauguración de una escuela: “Los niños entraban descalzos, con la mirada viva. No sabían leer, pero su sonrisa era promesa de futuro. Entendimos entonces que la fe se escribe mejor con el gesto que con la pluma.”
Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, la misión vivió su hora más oscura. Guam fue ocupada por las fuerzas japonesas en 1941, y varios capuchinos fueron encarcelados o ejecutados. Ninguno buscó ser héroe; simplemente permanecieron junto al pueblo hasta el final. “No hicieron ruido al llegar, ni dejaron monumentos al partir. Pero en el alma del pueblo chamorro quedó grabada la paz que sembraron.”
Hoy, cuando se leen aquellas páginas desde la serenidad de la distancia, la historia de la misión de Guam se revela como un espejo del auténtico espíritu franciscano. Aquellos capuchinos no llevaron oro ni poder, pero dejaron lo más valioso que un misionero puede ofrecer: una fe que se hace vida y una vida que se vuelve Evangelio.
¿Quieres disfrutar con la lectura de esta maravillosa gesta?
Gracias a la Biblioteca Digital de los Hermanos Capuchinos, BIDICAP, ahora puedes abrir las fronteras del saber misionero.
Pincha en este enlace para acceder al libro: "Historia de la Misión de Guam de los Capuchinos españoles" ... click aquí.