Navidad es Navidad
Así cantaba José Luis Perales en una de sus canciones… “toda la tierra se alegra … deja el odio y ven conmigo, porque llegó Navidad”.
Llega Navidad.
San Francisco de Asís la consideraba la “Fiesta de las Fiestas”. Es tiempo de fiesta, de celebrar la vida, de reconocer y afirmar la presencia de Dios en medio de su pueblo, entre nosotros. La Navidad cristiana es la fiesta de la “humanización”. Dios se hace hombre, se humaniza para que la humanidad viva más humanamente. Es la fiesta del renacer del bien y de la esperanza en nuestro mundo a pesar de todo.
Hay quien se lamenta de que la sociedad en la vivimos pretenda que progresivamente, la Navidad o las Navidades vayan dejando de ser unas fiestas religiosas para convertirse en unas fiestas familiares, secularizadas, en las que podamos participar todos los ciudadanos. En esta sociedad nuestra, la dinámica que utilizamos para que algo sea patrimonio de todos es que tenga un carácter de neutralidad, despojándolo de todo signo religioso. En este caso, hay que hacer de la Navidad una fiesta de humanidad y solidaridad para que nadie se sienta excluido y todos puedan disfrutar de ella.
De cara al significado y a la celebración de estos días cada uno tenemos nuestra propia experiencia, percepción y valoración. Como dice uno de los autores españoles, “puede que la Navidad de las calles iluminadas, de la propaganda consumista, de las reuniones familiares desganadas, de los regalos obligados… nos guste más o menos o que incluso nos disguste. Sin embargo, si abriéramos los ojos y la miráramos en su hondura universal, la Navidad podría tocarnos el corazón, encender en él una llama de paz creadora, volverlo más humano para nuestro bien y el bien común de la Tierra”.
Muchos de nosotros en estas fechas celebramos la la Navidad de Jesús de Nazaret con todo ese entrañable imaginario que llevamos grabado en las entrañas desde niños: el pesebre, la gruta, los pastores, los campos de Belén, el coro de ángeles en medio de la noche, la estrella que guía a los sabios de Persia, los cofres de oro, incienso y mirra. Esa fue nuestra primera Navidad y queremos que lo siga siendo.
Cada día, en estas fiestas nos acercaremos con ternura ante el Belén de nuestra casa, de nuestra parroquia y de otros lugares. Sabiendo que Bet-lehem, significa en hebreo “casa del pan”, y que estamos llamados a construir el Belén en un mundo lleno de deseos y dolores. Y que eso es ser cristiano: crear y cuidar la vida, tan maravillosa y frágil, siguiendo el Espíritu o la inspiración de Jesús.
Hno. Benjamín Echeverría, OFMCap