Admiración y presencia
El mes de octubre nos lleva a San Francisco de Asís. Un santo al que nos acercamos siempre sin prejuicios, cuya figura está construida entre la leyenda y la historia. San Francisco de Asís ha sido y es siempre así: admiración y presencia.
Muchos de nosotros tratamos de vivir nuestra vida desde la misma experiencia que él transmitió de su relación con Dios, con los seres humanos y con la creación. En un momento de su vida llegó a decir: ¡Esto es lo que quiero, esto es lo que busco! Y eso mismo es lo que queremos y buscamos.
En esa búsqueda Francisco se acerca al Evangelio. Lo acepta y lo mete en su vida. Dios, el Altísimo, le reveló que tenía que vivir según el santo Evangelio. Así lo dice en el Testamento que el Poverello escribió al final de su vida. Francisco acude a la Iglesia y esta no le niega este derecho tan fundamental del cristiano: vivir el evangelio. Su vida está marcada por una serie de encuentros: con Cristo, con los débiles, leprosos, lo que nada tienen. Con el Creador y las criaturas. Y se hace hermano de todos. En el diálogo con todos escucha y se hace cercano. También sirve. El suyo es un diálogo de cercanía, viviendo atento a lo que puede necesitar el hermano.
La Familia franciscana comenzamos a celebrar el próximo año 2023 un centenario, el Octavo, que se va a prolongar a lo largo de un trienio. Celebraremos el 800 aniversario de la Regla no Bulada de San Francisco, la Navidad en Greccio (2023), los Estigmas (2024), el Cántico de las Criaturas (2025) y, como culminación, la Pascua de San Francisco (2026).
Quienes formamos parte de la gran familia franciscana creemos que sus gestos y sus palabras pueden todavía, después de 800 años, iluminar el camino de una comunidad eclesial que busca convertirse en una Iglesia en salida, sinodal, a la escucha de todos, cercana a los más pequeños, portadora de una buena noticia que tiene el poder de llenar de alegría y sentido la vida de quienes la acogen (cf. Evangelii gaudium 21).
También creemos que a San Francisco lo podemos ver todos los días. Está en todas las personas que siguen creyendo, a pesar de tantos pesares, que el sol es hermano; la luna y las estrellas claras y preciosas; la tierra es madre, que nos sustenta y gobierna; el agua es útil, humilde, preciosa y casta; el fuego robusto y fuerte; que las personas pueden perdonar y soportar enfermedad y tribulación, por tu amor; y, que de la hermana muerte ningún viviente puede escapar. A Francisco lo seguimos viendo en quienes sienten que los seres humanos somos hermanos y buscamos el bien.
Fr. Benjamín Echeverría