Fervorín a Nuestro Padre Jesús de Medinaceli
Lágrimas vierte Madrid,
llanto de aciago quejido,
y su corazón herido
solo suspira por Ti.
Tu nombre es el bisturí
que entre la vida y la muerte
rasga los ojos y al verte
se descubre en el misterio
de llorar contigo el pueblo
y Tú llorar con tu gente. ...
Eres Cordero inocente,
cargas la pena en tus penas
y en tu condena condenas
la injusticia justamente.
En el lienzo de tu frente,
sangre por amor debida,
esperanza bendecida,
consuelo que obras con creces
al saber que una y mil veces
por nosotros das la vida.
Que en cada cruz, allí estás,
sin poner tiempo ni plazos,
recogiendo en un abrazo
a toda la humanidad.
Siempre estás por levantar
de la tierra a los caídos,
confortar al afligido,
dar certeza a quienes duden,
ser el faro donde acuden
cuantos se encuentran perdidos.
Y de nuevo el aire besa
tus manos en el dintel,
sabes que no pudo ser,
que será cuando tú quieras,
pero que Madrid te espera
no lo dudes, así es.
Eres lirio de su fe,
panal donde queda preso
el azúcar de sus besos
solo con rozar tus pies.
¿Y qué pedirte, Señor?
¿de dónde el atrevimiento
cuando hasta el eco del viento
ya nos declara tu amor?
¿cómo hablarte de dolor,
de tragedia cómo hablar,
si ha sido tu caridad,
sacrosanta centinela,
la que día y noche en vela
ha guardado esta ciudad.
Cuántas plegarias habrán
hilado tu escapulario,
cuántas cuentas de rosario
en tu cordón pesarán,
padrenuestros que te van
elevando a cada instante
como el incienso triunfante
la Verdad de tu peana,
que en su piedad soberana
pone al hombre por delante.
Antonio Martín-Viveros Tajuelo